¿Y cómo anda la incumbencia?
Una paradoja de la elección parlamentaria es que, a pesar de todo el descontento que se señala que existe con la política, el porcentaje de diputados que fueron a la reelección y que lograron ser nuevamente electos (esto es lo que se conoce como tasa de incumbencia) no varió de manera importante respecto de otras elecciones, siendo prácticamente el mismo que venimos observando desde 1993. Dicho en otros términos, a pesar de la mala evaluación y alta desconfianza hacia los partidos políticos Congreso y políticos en general, el 80% de los diputados que fueron a la reelección ganaron.
Para tener una idea de lo que ocurrió veamos algunos antecedentes. Primero, desde 1989, sólo 6 diputados (tres de la Alianza y 3 de la Nueva Mayoría) aún permanecen en la Cámara siendo este su séptimo periodo parlamentario. No obstante ello, de no ser porque postularon al Senado o no fueron a la reelección es muy probable que hoy habrían permanecido otros 2 más. Por último, 22 diputados (18,3%) no han perdido ninguna elección desde 2001; es decir, están entrando a su 4°, 5°, 6° o 7° período.
Pero qué explica estos antecedentes. En primer lugar, claramente el voto voluntario no puede ser considerado el causante; estos porcentajes aparecen con o sin voto voluntario.
Así, en países como Alemania los porcentajes de reelección son similares, pero más importante aún con voto obligatorio, estos porcentajes eran iguales o superiores, como ocurrió en 1997 o 2005.
Por otra parte, es probable que la masa de votantes no haya cambiado mucho. Y lo cierto es que al parecer así es, y en los casos que se han producido cambios, ya sea aumento o disminución, ello ha tenido un impacto en el resultado y es posible que responda a cambios en las candidaturas (nuevos candidatos), lo que podría haber implicado mayor competencia.
Es probable que algunos ya estén pensando que el gran causante de todo ello es el sistema electoral binominal, pero ello no necesariamente parece ser así. En efecto, países con sistemas tan diversos como Alemania, Estados Unidos, Canadá o Irlanda poseen porcentajes similares.
Luego, ¿cuáles son las causas? Antes de intentar una respuesta, dejemos en claro que altas tasas de reelección no tienen por qué ser una característica negativa de un sistema político. De hecho, los remedios que se pueden sugerir, como, por ejemplo, límites a la reelección, pueden ser más dañinos para el sistema.
Por lo pronto, porque aquellos parlamentarios eficientes y que contribuyen de manera significativa al sistema podrían quedar excluidos; segundo, la salida de los malos parlamentarios no asegura la llegada de mejores; tercero, un aspecto central de la dinámica legislativa es el conocimiento de ella por parte de los parlamentarios reelectos, situación que mejora el funcionamiento del órgano legislativo; cuarto bajo un sistema de límites a la reelección aumenta el riesgo de que los parlamentarios que terminan en sus funciones tengan menos incentivos a un trabajo legislativo más acucioso: después de todo, ya no deben invertir tiempo en reelegirse; y sexto, por citar algunas razones, el poder que los incumbentes tienen sobre su distrito y la selección de quienes los reemplazarán no necesariamente se diluye, lo que los hace igualmente decisivos.
Volviendo a las causas, al parecer no son otras que el apego a sus distritos; las características de quienes los desafían; el hecho de ser conocidos y por lo tanto contar con mayores recursos simbólicos, particularmente quienes ya llevan 6 o 7 períodos (más de 20 años); la estabilidad del electorado, es decir, quienes componen electoralmente el distrito y votan; y ciertamente, aspectos ideológicos y variables de contexto, tales como el nivel de desarrollo económico y las tasas de desempleo.