Vacunas y adultos mayores
El año 2020 dejó una estadística de más de 20 mil compatriotas muertos por la pandemia de covid-19. El 85% de esas muertes corresponden a personas mayores de 60 años, aunque este grupo etario solo representa el 17% de la población. Mientras el riesgo promedio de fallecer de las personas mayores de 60 años que contraen la infección es 13% (y supera el 30% en los mayores de 80), en los pacientes menores de esa edad alcanza solo al 0,5%. En términos simples, un adulto mayor de 60 años tiene 26 veces más probabilidades de morir al contraer el coronavirus.
Junto a otros especialistas, hemos abogado para que, tal como lo están haciendo los países desarrollados, el esfuerzo de vacunación se concentre en ese grupo de edad. Esto reducirá significativamente el uso de camas críticas y el número de muertes durante el invierno. Además, resulta mucho más efectivo y lógico concentrarnos en algo más de 3 millones de personas, para obtener un impacto varias veces superior al que se obtendría vacunando a más de 15 millones de chilenos.
El Gobierno realizó exitosas gestiones para conseguir dosis de vacunas contra SARS-CoV-2, que podrían ser un elemento decisivo para proteger a nuestra población. Como política pública de salud, las vacunas tienen dos objetivos centrales: disminuir progresivamente la transmisión de un virus evitando los contagios, lo que requiere que se vacune un alto porcentaje (sobre el 70%) de la población, y evitar la enfermedad grave, es decir, que los pacientes presenten síntomas que requieran hospitalización, UCI, ventilación mecánica, y eventualmente que lleguen a morir. En un escenario de limitación de disponibilidad de dosis de vacunas, esto puede lograrse focalizando su administración a los grupos de mayor riesgo.
Considerando estos aspectos, es preocupante la decisión del Ministerio de Salud de restringir el uso de la vacuna china Sinovac en mayores de 60 años. La apresurada decisión del Minsal es grave y requiere pronta revisión, ya que no es lógico que una vacuna que reduce en un 50% la posibilidad de contagio y en un 78% la presentación de enfermedad grave deje fuera a los pacientes de más riesgo, especialmente considerando que es la vacuna que estará disponible más prontamente en forma masiva. La idea de que este segmento debe recibir la vacuna del laboratorio Pfizer no tiene asidero, simplemente porque no hay suficientes ni las habrá antes de que llegue el frío del otoño, de acuerdo con lo anunciado por el fabricante.
Insistimos en que vacunar primero a los más jóvenes constituye un error y un contrasentido, ya que si se contagian la infección, tienen menos posibilidades de agravarse y morir. Además, no está claro que la vacuna evite el contagio, por lo que esta estrategia tampoco protegerá indirectamente a la población mayor.
De perseverar con lo anunciado, perderemos la oportunidad de reducir lo más precozmente el número de casos graves y muertes, antes de enfrentar un otoño que se avizora aún más complejo que nuestra realidad actual.
Creemos necesario hacer un llamado a las autoridades para reconsiderar esta decisión. Es necesario y urgente vacunar a la mayor cantidad de adultos mayores posible durante el verano, ya que son ellos los que están en grave riesgo y han experimentado los efectos más duros de esta enfermedad, viendo limitada su movilidad, viviendo muchas veces en soledad el encierro y sintiendo a veces deteriorada su salud mental.
La vacuna Sinovac fue aprobada por el ISP para uso de emergencia para todos los mayores de 18 años y ha demostrado ser segura para todas las edades, presentando escasos efectos secundarios, además de ser eficaz y potencialmente contribuir a lograr el objetivo más importante de todos: evitar la muerte de más chilenos. La autorización de uso de emergencia se otorga precisamente para facilitar la disponibilidad mientras todavía hay estudios en curso. No sigamos esperando.
Pablo Vial, Director Instituto de Ciencias e Innovación en Medicina.
Ximena Aguilera, Directora, Centro de Epidemiología y Políticas de Salud.