Tres hilos y medio para el mismo trompo
En política, como en ciertos juegos infantiles, lo esencial no siempre es girar en un mismo sentido, sino que el trompo no se caiga. En las primarias del oficialismo, compiten cuatro candidaturas, pero solo tres juegan a ganar. Cada una empuña su propio hilo, tirando en direcciones distintas, con estilos y apuestas que pocas veces se cruzan.
Y así, más que un proyecto común en disputa, lo que se configura es un conjunto de estrategias paralelas, ensambladas por una mecánica electoral que los obliga a compartir pista, pero no necesariamente camino.
Carolina Tohá, hasta hace poco la favorita indiscutida, se ha visto desplazada del centro del tablero por el ascenso sostenido de Jeannette Jara. La irrupción de esta última en las encuestas le ha arrebatado a Tohá la certeza que solía rodearla. Su estrategia ahora es clara: abrir el juego.
Si vota solo el núcleo duro del oficialismo, sus posibilidades se estrechan; si logra convocar más allá –al votante independiente y al de centroizquierda, pero crítico del Gobierno–, su reconocimiento y su biografía pueden aportar los votos que le faltan. Para lograrlo, ha endurecido el tono hacia el Frente Amplio y el PC. Un poco tarde quizás. Su apuesta es audaz y el riesgo es evidente: en su intento por tirar de ambos hilos a la vez, el trompo podría perder fuerza y quedar girando en el aire, sin arrastrar a nadie con él.
Jara, en cambio, ha optado por sacarle brillo a su origen social y sus habilidades blandas. No confrontar, no dejarse arrastrar al eje comunismo-anticomunismo y construir una imagen emocional, de cercanía, que evoca el estilo que alguna vez encarnó Michelle Bachelet. Su capital no es la estridencia, sino la contención. El cálculo pasa por no cometer errores, no activar miedos ni prejuicios. Y parece estar funcionando.
Quienes la miran con recelo por su militancia, podrían ver más una figura maternal que una amenaza ideológica. Pero el silencio, a veces, pesa. Y si el conflicto escala, podría percibirse más como evasión que como templanza.
En otro registro, Gonzalo Winter busca provocar, intentando recuperar el impulso original del Frente Amplio, ese que interpelaba a la política tradicional con irreverencia y agenda propia. Su blanco es Tohá, como emblema del “retorno” concertacionista. Winter intenta emocionar y movilizar a los desencantados y a los jóvenes que no encuentran eco en el lenguaje de la transición. Pero la frontera entre audacia y desorden es delgada. Y el riesgo de parecer más agitador que gobernante siempre estará latente.
Y Mulet, el medio hilo, está aquí no para ganar, sino para sorprender y obtener visibilidad. Mientras más reacciones genere, más valor tiene su ficha para negociaciones futuras. Desafortunadamente para él, su prestancia corporal transmite cualquier cosa menos aquello que necesita.
Cada uno juega su propio juego. Eso, que puede parecer natural en una contienda competitiva, adquiere otro peso cuando se trata de una primaria entre supuestos aliados. La divergencia estratégica no solo complica la cohesión futura, también limita la posibilidad de convocar a un electorado amplio el 29 de junio. Si solo vota el oficialismo, esta será una primaria de desgaste; si logran salir de su metro cuadrado, pueden transformarla en un punto de inflexión.
Pero el dilema sigue en pie: ¿se puede ganar esta primaria sin dañar el proyecto compartido? ¿Puede un trompo girar con hilos tan dispares sin enredarse? Quizás sí. Pero ¿por cuánto tiempo?