Trascendencia narcisista
Al inicio del extraordinario documental argentino “Los Ladrones – el robo del siglo” (Netflix) se pregunta al líder de la banda, Fernando Araujo —un extravagante instructor de yoga y artes marciales que nunca antes había estado vinculado a delito alguno— qué fue lo que le motivó a planear el robo. Él, en su hot tub, desfachatado, dice “trascender”. Araujo, “el artista” (36 años en la época – año 2004), arma un potente equipo de profesionales de disciplinas diversas: “el actor”, “el ingeniero” y “el hampón”.
La estrategia es impecable; cada cual aporta al equipo su particular talento. El diseño de ingeniería de la operación es sofisticado y acucioso, con investigación, ensayos, experimentos de laboratorio y mucha paciencia: un año y medio de gestación.
Si el propósito de Araujo era trascender, los de sus colegas consistían en juntar dinero para garantizar su vida futura (sus “pensiones”); uno de ellos necesitaba fondos para iniciar un emprendimiento. Aunque el propósito narcisista del líder es inmoral (e ilegal), él lo viste de empatía: “Ninguna persona perderá dinero con esto”.
Los bancos se asaltan mientras están abiertos, con empleados y público, lo más rápido posible; o bien, en la noche, con más tiempo, pero con la dificultad de acceder. Araujo —tal vez porque no venía de la “industria”— piensa fuera de la caja: “¿Y qué tal si hacemos las dos cosas?” El robo es un éxito, y el equipo se desarma para reducir el riesgo de captura.
La historia tiene todos los ingredientes de un buen emprendimiento: visión, creatividad (pensar fuera de la caja), estrategia, talento, gestión de equipo y ejecución impecable.
Aun así, todos terminan detenidos, pero por poco tiempo, ya que emplean armas de juguete que dejan en el banco como “prueba”, lo que reduce las penas (otra genialidad). ¿Dónde falla el proyecto? Spoiler: un miembro del grupo no respeta “las reglas” posasalto; lo traicionan su ansiedad por alcanzar un nuevo estatus económico y pasional: su esposa, despechada, lo denuncia. Ya detenido, negocia con el fiscal una reducción de pena a cambio de delatar a sus compañeros. Haciendo la salvedad de lo burdo de la comparación, y a modo de metáfora: un emprendimiento con una operación impecable, pero con un propósito sin valores, un líder narcisista, un equipo exageradamente motivado por el incentivo económico y con una ambición desmedida de estatus personal, probablemente fracasará, por más ingenioso (y legal) que este sea. ¡Ah! ¿Y qué pasó con el dinero robado? Pues vean el documental.