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UDD en la Prensa

TC y discriminación

 Federico Valdés Lafontaine
Federico Valdés Lafontaine Rector

Hace una semana conocimos el fallo del Tribunal Constitucional que determinó que la forma en que se pretende implementar la gratuidad universitaria por parte del Gobierno, es discriminatoria y arbitraria. Esta decisión no es nada más ni nada menos que el reflejo de lo que veníamos diciendo desde principios de este año, al conocer los requisitos para acceder a este beneficio establecidos por el Ministerio de Educación, los que resultaban abiertamente discriminatorios para los estudiantes vulnerables que por diversas razones habían elegido instituciones privadas, lo que a su vez aumentaba peligrosamente la segregación.
Desde el primer momento, dijimos que si se quería beneficiar a los estudiantes vulnerables, no era racional excluir a un gran porcentaje de ellos que hoy estudian en planteles privados (universidades, IP y CFT). Si se pretendía que primara la calidad, y para ello se utilizaba el criterio de 4 años de acreditación, era contradictorio incluir universidades estatales que no cumplían con ese requisito. Y advertimos oportunamente que la exigencia de triestamentalidad, que quitaba autonomía a las universidades y aumentaba la injerencia del Estado en los distintos proyectos académicos, no coincidía con los objetivos declarados por el proyecto.
Lamentablemente, frente a un proyecto a todas luces inconstitucional, el Gobierno se empecinó en seguir adelante. Esto, a pesar de que el sentido común y expertos de todos los sectores políticos criticaban la falta de diálogo con que se gestó este proyecto y advertían que la gratuidad pasaría a la historia como una mala política pública, diseñada en base a criterios errados porque no consideraba la calidad y beneficiaba injustificadamente a las universidades del Cruch. En este contexto, el TC salvó al país al menos por un año.
Sin embargo, la tozudez con que ha actuado el Gobierno, ha llevado a un punto en que existe muy poco margen de acción y a una incertidumbre que le hace muy mal al sistema de educación superior, y definitivamente perjudica irreparablemente a los alumnos que acaban de egresar de cuarto medio.
Esto aún puede resolverse de manera razonable, si el Gobierno acepta que la discriminación no es el camino y se decide a destinar estos recursos a otorgar más becas a los estudiantes vulnerables, independiente de la institución en la que estudien.
Ha quedado demostrado que resolver los problemas a puerta cerrada, sin pedir opiniones ni favorecer el diálogo, solo lleva al fracaso. Hoy estamos en un punto de inflexión y depende del Gobierno tomar las decisiones correctas, que favorezcan realmente a los alumnos más vulnerables.