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UDD en la Prensa

Sustentabilidad cultural

Uno de los nuevos campos de investigación en sustentabilidad se enfoca en el ámbito de la cultura de cada nación que explica su interrelación con el entorno y el cómo la adopción de ideas foráneas a menudo o es impracticable o causa efectos no esperados. Por lo tanto, la comprensión de la cultura de cada nación hoy es vista como un activo, que debe ser comprendido porque finalmente de hábitos y de costumbres se nutren nuestras organizaciones.
Si entendemos la cultura en su forma más básica como el «conjunto de modos de vida y costumbres de una época o grupo social», esta comprende ya no sólo el quehacer de los pueblos sino el cómo estos se han dado forma en su relación con su entorno.
Incas, Aztecas o Mayas podrían ser ejemplos de cómo las civilizaciones fueron moldeadas por sus climas en contraproposición a nórdicos y teutones.
Estas mismas costumbres van cambiando en la medida que el mundo es más globalizado e interconectado, asociado al incremento en los niveles de ingresos y de calidad de vida.
Un ejemplo de la relación medioambiente-costumbre cultural ha sido el hábito arraigado en Latinoamérica de la siesta. Esta costumbre es propia de países cálidos, donde las temperaturas más altas se dan en horarios post-almuerzo y la población acostumbra a dormir. En distintos países de Latinoamérica, la tendencia entre los 80s y 90s, fue considerar como válido el permiso laboral para la siesta. Sin embargo, producto de la globalización y la demanda de estandarización con países del otro hemisferio de menores temperaturas, esta iniciativa fue erradicada por considerarse «inapropiada».
¿Qué muestra la evidencia? En los países de altas temperaturas, la siesta era la forma para evitar el calor intenso y por lo mismo, no se necesitaba formas extras de ventilación. Cuando en 1999 en México se eliminó el permiso a la siesta, la población debió trabajar en aquellas horas para lo cual las organizaciones tuvieron que invertir en sistemas de climatización a un costo energético enorme.
Este ejemplo, así como otros, lo ha seguido por años Harold Wilhite, del Centro para el Desarrollo y Medio Ambiente de la U. de Oslo, comparando la utilización de energía debido a normas culturales en diferentes regiones del globo. Por lo tanto, una buena pregunta sería saber cuánto del arraigo cultural que las naciones poseen se ha ido perdiendo por temas de globalización y cuánto de esto ha implicado cambios en la intensidad energética.
Aprender acerca de las estructuras culturales de las naciones y organizaciones puede ser clave para comprender el papel y el impacto de la tecnología a nivel energético, que permita a su vez y a través del enfoque de sistemas, comprender que la relación entre Cultura y Sustentabilidad es relevante para la resolución de problemas y sus implicaciones para el futuro.