Soñar no cuesta nada
La buena noticia de los últimos años: la educación se ha transformado en un tema cada vez más relevante en la discusión pública. La mala noticia: el foco ha estado puesto en el lugar equivocado. Podríamos estar conversando y debatiendo sobre cómo hacemos de nuestro sistema uno de mejor calidad, más competitivo y sobre cómo lo transformamos en un pilar fundamental para el desarrollo futuro del país. Pero el debate público tiene poco o nada de esto. Veamos el caso de educación superior, que está siendo actualmente debatido en el parlamento. Como soñar no cuesta nada, podríamos hacer un listado de algunas ideas sobre las cuales el parlamento podría estar conversando para potenciar el sistema chileno de educación superior.
Partamos por ejemplo por pensar en cómo logramos generar las condiciones para que las universidades con más potencial puedan proyectarse como líderes en la región y el mundo. Cómo llevamos a un grupo de universidades chilenas a un nivel distinto y muy superior en el ranking internacional. Cómo las hacemos realmente competitivas. Y cómo diseñamos el sistema para que las universidades más rezagadas puedan seguir un camino de desarrollo que les permita superar sus brechas. O podríamos estar conversando sobre cómo conectamos mejor a la universidad con la industria. Cómo transformamos a las universidades en actores estelares del desarrollo productivo del país. Cómo gestionamos la ciencia y transformamos los procesos investigativos para generar impacto económico y social. Otro tema podría ser el cómo generamos las condiciones para que las universidades chilenas se adelanten al futuro y puedan ser lo suficientemente flexibles e innovadoras para formar profesionales para el siglo XXI, preparados para las nuevas necesidades del mercado laboral. El uso de las tecnologías y el impacto en el sistema de educación superior de la revolución digital sería también interesante debatir. ¿Están las universidades chilenas realmente incorporándose a esta revolución o se están quedando atrás y serán reemplazadas por ofertas internacionales virtuales? Un mundo cada vez más global y su impacto en la educación podría ser otra área muy interesante de debate. ¿Debemos incorporar el uso del inglés con fuerza en los procesos educativos? ¿Cómo preparamos profesionales para el mundo y ampliamos así las posibilidades laborales y de desarrollo de los futuros egresados?
Sobre estas cosas deberíamos estar conversando, sobre la universidad del futuro. ¿Le suenan estas ideas, las ha escuchado en el debate? Probablemente no. Aunque soñar no cuesta nada, que estos temas se tomen la agenda no deja de ser un buen sueño. Vemos con tristeza y desencanto que el debate está anclado en el pasado, en una lógica de nivelación hacia abajo y una obsesión por la sobrerregulación. Lamentablemente deberemos conformarnos por ahora con aspirar, en el mejor de los casos, a que la legislación que se apruebe sea lo menos dañina posible.