El socavón y la ciencia
A dos meses del desborde accidental del río Mapocho, Santiago vuelve a sufrir un desastre evitable con la rotura de una matriz de agua potable, en el punto exacto donde convergen el eje vial Alameda-Providencia y la Línea 1 de Metro, en plena hora punta mañana hábil y el día en que los estudiantes marchaban por la Alameda. En otras palabras, un ataque en la médula espinal de nuestra ciudad.
Más allá de responsabilidades o negligencias que se determinarán concluidas las investigaciones, llama la atención la complejidad y amplitud de efectos que un evento tan común como una rotura de matriz por fatiga de material puede generar en el sistema de complejas relaciones que conforman la ciudad. Muchos tratan de buscar la explicación a estos problemas en la falta de planificación, la poca inversión en infraestructura o la privatización de bienes y servicios públicos, pero tal vez la respuesta esté en la ciencia.
Si bien el urbanismo ha sido generalmente abordado desde las ciencias sociales como la sociología, economía o geografía, de un tiempo a esta parte han cobrado fuerza nuevas interpretaciones y aproximaciones a los fenómenos urbanos, provenientes de las ciencias exactas, la biología, la física y el análisis de sistemas complejos; alimentado por la aparición disruptiva de nuevas tecnologías y la panacea de las “ciudades inteligentes”. Una aproximación seria desde las ciencias a la ciudad permitirá entender los fundamentos de los fenómenos urbanos, optimizar las infraestructuras existentes y crear nuevos servicios adecuados a las necesidades del futuro, de forma realista y viable.
En este frente, destacan las investigaciones del físico estadístico y profesor de sistemas complejos en el Santa Fe Institute Luis Bettencourt, quien ha creado modelos interdisciplinarios para describir los fenómenos urbanos en forma cuantitativa y predecible. Su investigación ha sido tan polémica que hoy algunos comparan las ciudades con verdaderos ecosistemas y su trabajo ha sido publicado en revistas como Nature.
También hay arquitectos y urbanistas que están incorporando las ciencias en sus prácticas profesionales. Como Belinda Tato, de la firma española Ecosistema Urbano, quien ha desarrollado una serie de espacios públicos que son templados por verdaderas máquinas verdes que no sólo proveen sombra, sino además capturan CO2 y amplían la oferta de equipamiento social de calidad para las comunidades. En la misma línea se encuentra el estudio Project Meganom del arquitecto ruso Yury Grigoryan, quienes aplican metodologías de análisis urbano en las principales periferias urbanas globales, y hoy están a cargo de la recuperación del río Moscú, el proyecto urbano más grande en la ciudad desde la revolución soviética.
La ciudad necesita más ciencia y soluciones aplicadas para resolver los complejos desafíos que enfrenta. El próximo jueves y viernes se realizará en Santiago la 2ª International Conference in City Science, un evento organizado por la Universidad del Desarrollo junto a la Politécnica de Madrid y la Tongji University de Beijing, con el apoyo de Telefónica I+D y Corfo. En esta oportunidad no sólo podremos contar con la presencia y experiencia de Bettencourt, Tato o Grigoryan, sino además del trabajo de una treintena de investigadores de todo el mundo, quienes buscan desde las ciencias soluciones reales a los problemas urbanos. Mientras las cuadrillas de trabajadores avanzan en cubrir el socavón de Providencia, podremos también llenar en parte nuestro socavón científico, de manera de prospectar mejores futuros para nuestras ciudades.