Sitiados
Nuestras ciudades amanecen sitiadas y nosotros recluidos en nuestros hogares, observando cómo Europa colapsa ante el Covid-19. Tratamos de aprender de sus errores, esperando que nuestras autoridades lo hagan mejor y manteniendo la calma ante la avalancha de fake news y posteos en redes sociales que aumentan nuestra ansiedad y miedo.
En este contexto, ¿están preparadas nuestras ciudades para una cuarentena total de meses? Y si sorteamos la pandemia, ¿Cómo cambiarán nuestros estilos de vida y ciudades? Aún es temprano para responder, pero adelanto algunas ideas.
Si bien la ciudad es donde se concentran el intercambio de bienes, productos y servicios; el primer responsable del contagio fue la globalización y masificación de viajes internacionales. Una vez instalado el Covid-19 en las ciudades, efectivamente la concentración de actividades y contactos interpersonales inevitablemente expandió la epidemia a nivel local. Sin embargo, así como las grandes ciudades concentran oportunidades de contagio, también concentran la mayor capacidad de atención en hospitales y centros de salud, razón por la cual las autoridades están limitando el éxodo a localidades menores donde la capacidad puede verse saturada.
Otro factor que ha demostrado resiliencia son los servicios e infraestructuras críticas como la energía, transporte, sanitaria y en especial la cadena de abastecimiento, sin duda preparados para enfrentar impactos puntuales como terremotos o catástrofes, y que hoy cuentan con capacidad y redundancia suficiente para mantenerse operativos, con la lamentable excepción de comunidades cuyos hipermercados fueron saqueados y quemados durante el estallido social.
Entre los cambios de hábitos que sorprenden estos días sin duda el teletrabajo y la transformación digital han permitido que muchos sigamos aportando al funcionamiento del país desde nuestros hogares. Este aislamiento forzado ha validado la importancia de lo que llamamos ciudades inteligentes, donde las tecnologías permiten optimizar funciones urbanas, abriendo nuevas oportunidades de colaboración y creación de valor. Sin embargo, más allá de inevitable recesión que asecha, lo más complejo a largo plazo será que el Covid-19 acelerará procesos de automatización y reemplazo de mano de obra que pensábamos tomarían décadas. El teletrabajo, la optimización y los bots dejarán a miles cesantes y sin competencias para reemplearse. En este sentido urgen programas de capacitación para la nueva economía.
Así como tendremos que reinventar nuestra fuerza laboral, el teletrabajo también dejará millones de metros cuadrados de espacio de oficinas y comercio vacantes. Esta inminente tragedia inmobiliaria, puede ser también oportunidad para reconvertir barrios completos de nuestras ciudades, inyectando vivienda en zonas centrales y avanzando hacia ciudades donde el comercio, los servicios, la vivienda y el trabajo estén más integrados y accesibles para todos.
Otra sorpresa ha sido el mayor tiempo para la vida doméstica, volver a encontrarnos y compartir presencial o virtualmente con la familia, y también nuevos desafíos como aprender a lidiar con el hacinamiento o la soledad, que pondrán a prueba nuestra ya tensionada salud mental.
Todavía quedan muchos días sitiados, donde surgirán nuevas tensiones e impactos, y también reflexiones e ideas respecto a los cambios de paradigma que esta nueva ciudad, esta nueva sociedad, y este nuevo país podrán canalizar para el debate constituyente una vez que salgamos del encierro.