Semanas cruciales
El viernes pasado iniciamos una cuarentena histórica, que pondrá a prueba la resiliencia de Santiago y varias ciudades de Chile ante el confinamiento forzado de más de la mitad de la población del país. Una medida extrema pero necesaria, -exigida por muchos y temida por otros-, ante los dilemas de minimizar contagios o reducir el impacto económico y social de detener las principales funciones urbanas y productivas del país. En este contexto es natural tener miedo, dudas, ansiedad y angustia; más encima si se proyecta que la cuarentena durará entre dos o tres semanas, y recién sabremos si valió la pena una vez superado ese plazo.
La pandemia sin duda ha cambiado las prioridades, no solo de la agenda política sino también de nuestras preocupaciones y conversaciones diarias. Cuando se instalaba en la población la desconfianza hacia las autoridades, las instituciones y las elites empresariales, hoy depositamos en ellos la autoridad para comandar, coordinar la ayuda financiera a Pymes y trabajadores vulnerables, o desplegar planes de asistencia y apoyo a los más desposeídos.
Algunos ven con pesimismo estas semanas cruciales, pregonando que el encierro exacerbará las diferencias y potenciará las tensiones surgidas al margen del estallido social de octubre pasado. Algunos incluso temen que se postergue o se realice el plebiscito constituyente y las elecciones de gobiernos locales. Otros ven con terror los efectos en la economía, la consecuente cesantía, el aumento de la pobreza y la pérdida de tanta prosperidad que habíamos alcanzado en estos años.
Pero también hay otra mirada a estas semanas cruciales, que plantea la posibilidad de reflexionar respecto a las prioridades y necesidades de nuestro país en un contexto de mayor sensibilidad ante lo que podemos perder y lo que podríamos ganar; donde la pandemia nos ha obligado a anteponer los intereses comunes por sobre las posiciones personales.
Esta mirada optimista del futuro la podemos rescatar en el médico y fundador de la Singularity University, Peter Diamandis, cuando escribió días atrás que hasta ahora la humanidad nunca había enfrentado unida a un mismo enemigo; destacando que hay cerca de 200 millones de médicos, enfermeras, científicos y técnicos tomando medidas, experimentando y compartiendo información: colaborando para vencer al virus. Los políticos pueden haber cerrado sus fronteras, pero la comunidad científica las ha expandido sin precedentes, en lo que el sociólogo urbano Manuel Castells propone como el inminente fin del modelo de competencia y el triunfo de la economía de la colaboración.
Finalmente, el mundo post Covid-19 presentará grandes oportunidades para nuevos modelos y paradigmas de gobernanza, planificación urbana y territorial, desarrollo económico y social. Ahora que la pandemia y la cuarentena han ordenado las prioridades y nos abren espacio para el diálogo y el consenso, qué mejor momento para deliberar y redefinir las bases de nuestra convivencia republicana: Chile tiene la oportunidad de ser el primer país con una nueva Constitución del siglo XXI y post Covid19, y vivimos semanas cruciales para decidirlo.