Hero Image

UDD en la Prensa

Cómo salir del pantano

 Hernán Cheyre
Hernán Cheyre Director del Centro de Investigación Empresa y Sociedad, CIES

En un marco de proyecciones económicas decrecientes, lo preocupante a estas alturas no dice relación con algunas décimas de mayor o menor crecimiento, sino que con la consolidación de una tendencia que nos está conduciendo a una situación de virtual estancamiento, y en un ambiente en que la tasa de inflación -el más regresivo de los impuestos- no da muestras de aflojar. Es claro que la economía chilena se ha salido del camino que venía recorriendo, y ello nos está conduciendo a un terreno pantanoso. El problema se está manifestando en el corto plazo en una insuficiencia en la demanda, pero el problema de fondo radica en uno de oferta, que en último término está vinculado a temas de productividad. Es por ello que en estas circunstancias se debe ser particularmente cuidadoso con las políticas monetaria y fiscal. Apretar el acelerador para tratar de sacar un vehículo de un pantano, si no se logra una tracción adecuada, con los distintos ejes trabajando en sincronía, conlleva el serio riesgo de empantanarlo aún más.
En esta delicada coyuntura, además de las señales de moderación fiscal que se han entregado, el Gobierno ha puesto sus fichas en la Agenda de Productividad anunciada hace algún tiempo, donde se privilegia el desarrollo de ciertos sectores considerados estratégicos, complementada por nuevas medidas anunciadas recientemente por los ministros de Hacienda y Economía, y la Comisión de Productividad ha aportado con otro tanto. El problema es que, sin perjuicio de los elementos positivos que pueden tener este tipo de iniciativas, ellas no están sincronizadas con los otros ejes que deben proporcionar la tracción requerida para impulsar nuevamente a la economía.
Los proyectos de inversión que se están postergando no tienen como causa la falta de financiamiento -por el contrario, el capital es particularmente abundante en el mundo-, sino que la falta de condiciones que motiven a los inversionistas a llevar a cabo esas iniciativas. Y esto no se resuelve ni con un programa más activo de concesiones ni con facilitar el acceso a recursos para proyectos, ni tampoco con el apoyo para fortalecer ciertos clusters productivos. La dificultad principal radica en la incertidumbre que flota en el ambiente, originada por la agenda de reformas que se está impulsando contra viento y marea en distintas áreas. En este contexto, ¿qué se gana con destinar un importante volumen de recursos públicos para promover el emprendimiento y la innovación si, al mismo tiempo, se está castigando este tipo de iniciativas con una mayor carga tributaria y con una reforma laboral que coloca sobre los emprendedores una pesada mochila que obstaculiza su desarrollo?, por citar dos ejemplos concretos. Es esta la contradicción vital que el Gobierno debe resolver.
Para salir del pantano en que se encuentra la economía chilena no existe ninguna «bala de plata» que por sí sola signifique una solución. Lo fundamental es crear un entorno propicio y adecuado para que los mercados funcionen en un ambiente de mayor confianza. Tan simple y tan complejo como eso. Ningún individuo por sí solo, ningún gremio -por poderoso que parezca-, y ni siquiera el Estado como tal, pueden pulsar una palanca para lograr el cambio deseado. Son las decisiones de miles y miles de consumidores, trabajadores, empresarios, inversionistas y emprendedores las que, en forma conjunta, nos permitirán salir de este atascamiento. Pero para ello se requiere recuperar las confianzas, de manera que cada uno de estos agentes se vea motivado a actuar en una dirección que en forma natural va a dinamizar el funcionamiento de la economía.
Requisito fundamental para esto es transmitir el mensaje con convicción, con acciones concretas que apunten en tal dirección. Medidas como las recientemente anunciadas son correctas pero insuficientes, ya que se insertan en una atmósfera refundacional que las contamina. A fin de cuentas, lo que hace la diferencia es contar con buenas instituciones, como lo son el respeto al derecho a propiedad; la libertad y flexibilidad para emprender, bajo un marco regulatorio que no signifique una carga asfixiante; el imperio de la ley; la existencia de competencia en los mercados, con posibilidad real de que nuevos entrantes puedan «desafiar» a los incumbentes; la protección a consumidores, trabajadores y a todos quienes quieran trabajar; la responsabilidad fiscal y la autonomía del Banco Central, entre otros.
Mientras haya proyectos de reforma que sigan poniendo en tela de juicio algunos de estos pilares, salir del pantano no será fácil.

Noticias relacionadas