Renovarse o morir
Esta claro que después de la derrota sufrida en diciembre, lo que le corresponde a la derecha es un proceso de revisión y autocrítica que le permita superar sus errores. Parte de ese proceso que se ha traducido en una evidente pérdida de poder político, pasa por determinar si son sus ideas o sus liderazgos los que necesitan de una renovación.
En la UDI, las críticas por los malos resultados se han institucionalizado y parecieran seguir el curso de la elección de un nueva directiva y de un encuentro programático que fije una agenda desde la cual recuperar espacio en el debate público como en las organizaciones sociales para así interpretar a esa clase media que ha sido el motor de los cambios sociales de los últimos 25 años.
En RN no es la derrota electoral de diciembre la que provoca el quiebre interno que está viviendo. Esto más bien se explica por las renuncias de tres diputados y una senadora junto a una cantidad importante de dirigentes y las críticas de varios de los actuales ministros que apuntaban a Carlos Larraín como el factor determinante quienes consideraban su liderazgo excluyente en lo interno y que además había sido muy permisivo con aquellos que destempladamente criticaban al gobierno y al propio Presidente Piñera.
No obstante, el surgimiento de Evópoli y de Amplitud son una buena noticia. Son grupos que necesitaban expresar su propia identidad. Su promesa de ampliar y sumar a nuevos electores es suficiente para que tenga un espacio de representación interesante.
Ahora, no es fácil para estos nuevos movimientos encontrar un camino que marque una identidad que los diferencie, pero que a la vez no los distancie tanto como para lograr formar parte del proyecto colectivo de la derecha; como así también encontrar un discurso que les permita competir electoralmente y ser atractivos.
La única manera de ser aceptados como pares es que se transformen en partidos legales, que abandonen la informalidad y validen en los hechos su discurso. Ya en la inscripción de sus militantes tienen la oportunidad de demostrar su aporte en diversificar y ampliar las fronteras tradicionales de la derecha.
Este es el camino que hizo la UDI hace 25 años, donde logró ampliar el voto tradicional de la derecha hacia el mundo popular, con un discurso y un estilo nuevo que sacó a la derecha de su tradicional tercio, acercándola a votaciones por sobre el 40% de los votos y que lo trasformó en el partido más grande de Chile.
El actual gobierno deja un legado aún no valorado por los partidos: en sus ministerios aprendieron a trabajar miles de profesionales de los partidos e independientes adquiriendo la experiencia y capacidad de ser gobierno y el conocimiento de cómo funciona el Estado. Este legado humano es un capital para discutir y emprender cualquier cambio hacia el interior de la derecha en Chile.
La necesidad de renovación es urgente en la derecha, y para eso cuenta con una generación preparada y con experiencia de ser gobierno, a la que hay que darle mayor protagonismo. Para los actuales partidos del sector, el desafio de competir frente a los nuevos movimientos es la oportunidad de proyectarse hacia el futuro y no aparecer defendiendo lo poco que se logró salvar después de la derrota electoral. Renovarse o morir.