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UDD en la Prensa

 Relaciones exteriores 2026

 Juan Pablo Sims
Juan Pablo Sims Investigador del Centro de Estudios de Relaciones Internacionales, Facultad de Gobierno

Desde 2010 que en Chile las elecciones generales son ganadas por la oposición, y esta alternancia en el poder ha estado emparejada con un creciente debilitamiento de los apoyos legislativos al gobierno de turno.

En consecuencia, la norma se ha transformado en gobiernos débiles que no pueden llevar adelante su agenda legislativa; lo vimos en Bachelet 2 (después del caso Caval), Piñera 2 y ahora en Boric.

A pesar de esta situación, estos liderazgos, en especial Piñera y Boric, han encontrado una válvula de escape donde poder implementar sus ideas, improntas, e ideologías, que simplemente no han podido avanzar en la política doméstica: las relaciones exteriores, que en esencia son de exclusiva responsabilidad del jefe de Estado.

Existen múltiples ejemplos, siendo los más destacados Cúcuta, la reticencia al CPTPP, las “cartas laterales”, la hostil relación con Israel, entre otros.

Estos episodios nos hablan de la desinstitucionalización de las relaciones exteriores en nuestro país.

Históricamente, se hablaba de que esta materia siempre había sido una “política de Estado” que trascendía al gobierno de turno.

Por ejemplo, la expansión del modelo exportador como base de nuestra economía, se sustentó básicamente en todos los gobiernos desde el retorno a la democracia, hasta la actual administración, que ha hecho pocos o nulos avances en esa dirección.

Por otro lado, la creciente influencia del segundo piso de la Moneda, particularmente del “asesor internacional”, ha restado protagonismo, pero, sobre todo, experiencia al teje y maneje de la dirección de la diplomacia, ocupación que tiene códigos y usos particulares que requieren de un nivel de finesa solamente adquirible después de largos años de práctica.

En este contexto de desorden y menoscabo a la institucionalidad, es imperativo preguntarnos ¿qué pasará con nuestra política internacional en el futuro? ¿acaso seguiremos el mismo camino de captura ideológica? A la luz de los pocos avances en política doméstica ¿serán las relaciones exteriores la única válvula de escape? Muchos tal vez pensarán que estos cuestionamientos son más bien irrelevantes, que la política internacional no influye en la vida de los ciudadanos, y que, por consiguiente, no importa si esta es capturada por intereses políticos tradicionales.

Sin entrar en demasiados detalles, la evidencia demuestra que la interacción o lineamientos internacionales de un país son vitales para su desarrollo a largo plazo.

La expansión de socios comerciales, establecimiento de reglamentos y estándares regulatorios y técnicos, atracción de inversiones, así como también el desarrollo y avance de soluciones vecinales y regionales ante desafíos tales como el narcotráfico, la migración irregular o la desintegración del estado venezolano.

En pocas palabras, a pesar de tener una posición de segundo plano en el imaginario colectivo, y de parecer a veces irrelevante, las relaciones exteriores juegan un rol vital, y su mal manejo trae consecuencias reales, que, si bien no son evidenciables inmediatamente, a largo plazo afectarán directamente al país y a los chilenos.

Por este motivo, resulta imperativo corregir el rumbo, volver a una política internacional institucionalizada, aburrida, y predecible, donde la diplomacia quede en manos de profesionales, y que los intereses del gobierno de turno sean adaptables al lenguaje y códigos propios de la disciplina.

En ese sentido, es de vital importancia que quien quiera que sea electo Presidente en 2026, pueda encarrilar nuestra política exterior y sobreponerse a la tentación de usar un área tan vital para nuestro desarrollo como una simple válvula de escape ante las frustraciones de un sistema político disfuncional.