Reconstrucción y recuperación
Escribo esta columna con la distancia de estos tres años de reconstrucción luego del fatídico terremoto de 2010, y con la experiencia de haber servido la mitad de ese tiempo como Coordinador Nacional de Reconstrucción Urbana.
En estos días nuevamente veremos contrastadas las cifras de avance: aparecerán testimonios felices de quienes han recuperado sus viviendas y las quejas de quienes todavía no logran obtener su solución. Volverán a surgir acusaciones cruzadas respecto de la responsabilidad técnica o política de los errores cometidos las horas posteriores al cataclismo lo que hace más necesario centrar la discusión en lo que hemos logrado.
Una de las principales dificultades que enfrentamos fue el manejo de expectativas, y nuestro error inicial fue no ser capaces de comunicar la complejidad de la tarea. Reconstruir más de 200 mil viviendas en más de 20 mil localidades sin enfrentar imponderables es imposible. Trate usted de contar hasta 200 mil sin equivocarse, y agregue a cada uno de esos números el trabajo de registrar los daños de cada vivienda, verificar la elegibiUdad de cada familia a los subsidios, regularizar la propiedad de la tierra o buscar un nuevo terreno en caso de allegados o zonas de riesgo, postular a las familias, desarrollar los proyectos, asignar los subsidios, licitar la construcción, adjudicar, iniciar y supervisar las obras, y finalmente entregar las viviendas.
Sin duda un trabajo titánico.
Pese a la complejidad, las autoridades comunicaban los avances y los críticos exigían plazos más inmediatos, ignorando la naturaleza de este tipo de procesos. En lo político, es probablemente donde más fallamos ya que se utilizó erróneamente el proceso para contrastar posiciones en lugar de aportar hacia un interés común. En aquellos momentos en que se logró la articulación política de todos los sectores es donde mejor se pueden ver los resultados de la reconstrucción, como el notable caso de la Villa Cordillera en Rancagua donde gracias a la articulación de los entonces senadores Chadwick y Letelier, así como todos los actores políticos, técnicos y locales se pudo acometer la mayor intervención de regeneración urbana en un conjunto de vivienda social. Pese a la politización del proceso, el plan de reconstrucción ha cumplido sus plazos.
Por eso debemos todos celebrar lo que hemos logrado, con más del 60% de las viviendas -reparadas o reconstruidas- ya entregadas, y el resto en franco estado de avance. La infraestructura prácticamente repuesta en un 100%, y en algunos casos como Constitución, Dichato Talcahuano o Juan Fernández con nuevas obras que presentan notable mejoras. Otros síntomas del avance de la reconstrucción se pueden apreciar en la dinámica económica de las localidades afectadas en cómo se evalúa el proceso en esos lugares y en el reconocimiento a nuestro país con el nombramiento del ministro Pérez Mackenna como presidente del Consejo de Riesgos Catastróficos del Foro Económico Mundial (2012-2014).
Todavía queda un año para terminar la primera fase del plan, y muchos años para recuperarnos de las heridas y pérdidas. Precisamente desde el reconocimiento de esa pérdida y del orgullo de habernos levantado es donde encontraremos las claves para celebrar juntos lo obrado y aprender las lecciones a futuro.
Reconstruir más de 200 mil viviendas en más de 20 mil localidades sin enfrentar imponderables es imposible. Por eso debemos celebrar los avances logrados en este proceso.