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UDD en la Prensa

¿Puede la medicina ser curada?

Sin duda el tema planteado por el Dr. Alejandro Koppmann, y analizado por los Dres. Antonio Vukusich y Ricardo Zalaquett, es una pregunta desafiante, a partir del título de la publicación que motivó estos comentarios. La pregunta sugiere que la medicina actual padece de una crisis o de un grave problema de dudosa solución.
Lo que la sociedad ha vivido en las últimas décadas es un cambio en todo orden de cosas. Han cambiado el conocimiento, las bases científicas, la investigación, la tecnología, las comunicaciones, los métodos diagnósticos, los recursos terapéuticos, las instituciones, los costos y los sistemas de salud. Han cambiado también los pacientes en sus estilos de vida, sus expectativas, sus conocimientos, sus esperanzas y sus exigencias. Finalmente ha cambiado la forma en que las personas, sanas o enfermas, se relacionan con la medicina.
Estos profundos cambios se pueden mirar con pesimismo y nostalgia de tiempos pasados, o bien como una positiva evolución en marcha que requiere ajustes y replanteamientos para mantener y mejorar la esencia misma de la medicina.
La pregunta es entonces para qué o para quiénes es la medicina. En la complejidad de esta actividad, que incluye ciencia, tecnología, gestión, recursos económicos, vida académica, y complicadas relaciones humanas, coexisten intereses diversos, competitivos y conflictivos.
Cabe recordar que desde siempre se ha considerado la medicina como ciencia y arte para ayudar a quienes sufren por causa de una enfermedad. Hace ya casi 20 años un estudio multinacional dirigido por Hastings Center redefinió los fines de la medicina resumiéndolos en cuatro: prevención de enfermedades y fomento de la salud; alivio del dolor y del sufrimiento causado por enfermedad; curación de los enfermos y cuidado de los incurables, y ayuda para una muerte digna al final de la vida. Estos fines deberían ser el centro del ejercicio de la medicina y de la enseñanza médica, y deben compatibilizarse con los avances técnicos y científicos, con la gestión de los altos costos, y con las expectativas y sobreexigencias ciudadanas. Solo así será posible mantener una medicina de excelencia, pero a la vez compasiva con personas enfermas que necesitan confiar en sus profesionales y en sus instituciones.
Como docentes de bioética, en contacto con alumnos de carreras de la salud, y cercanos a muchos nuevos médicos y otros profesionales de la salud, somos testigos de su mirada renovadora, generosa y creativa que nos hace pensar que la medicina será «curada» por estas nuevas generaciones.
Dr. Juan Pablo Beca I., y Dr. Marcial Osorio F.
Centro de Bioética