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UDD en la Prensa

¿Puede la Concertación sobrevivir a Bachelet?

 Eugenio Guzmán Astete
Eugenio Guzmán Astete Facultad de Gobierno, Facultad de Educación (I)

Hasta el momento, la posible candidatura de Bachelet ha sido interpretada como una especie de bálsamo para contener los conflictos al interior de la Concertación. Más aún, se podría hasta pensar que sería un antídoto frente a los síntomas de fragmentación que enfrenta el bloque; es decir, su candidatura tendría una función aglutinadora, sería una especie de cemento para cohesionar al sector.
Visto el problema desde este prisma, los conflictos serían más bien tensiones surgidas entre los distintos sectores para posicionarse en un futuro gobierno de la ex Presidenta. Dicho en otros términos, las disputas responderían a diferencias en los liderazgos como asimismo en la influencia que espera ejercer cada sector.
No obstante, a juzgar por el desarrollo de los acontecimientos en el último tiempo, surge una interpretación algo distinta, y que tiene un alcance más de largo plazo. En concreto, que las posibilidades de conformar un frente de izquierda «a la uruguaya» pasan por el mayor debilitamiento de la Concertación tal como la hemos conocido hasta el momento.
En este contexto, las declaraciones sobre el “término de la Concertación”, el “giro a la izquierda” y otras de mayor calibre, vienen a expresar no sólo un malestar sobre cómo se conduce la coalición —lo cual podría resolverse por la vía de elecciones internas—, sino que también muestran la inconsistencia entre los objetivos de mantención del bloque y la conformación de este nuevo referente. En la base del problema existirían discrepancias que no pueden ser abordadas a través de un pacto electoral, el que, si bien permite aplacar conflictos frente a la inminencia de una elección, no resuelve diferencias programáticas, que es lo que estaría pesando más en el debate. No es casualidad que de un plumazo se quiera hacer añicos 20 años de éxitos electorales, económicos y políticos. Más aún, el malestar autoflagelante se ha hecho casi incontenible: ¿Quiénes, excepto los técnicos del bloque, se atreven a defender a la coalición?
Desde esta perspectiva, entonces, cabe preguntarse por el rol de la candidatura de Bachelet; vale decir, si ésta favorece o licua las posibilidades de una opción de izquierda propiamente tal, con identidades propias y con nuevos liderazgos. La respuesta no es fácil. Por una parte, en la medida en que Bachelet juega al epistolario equitativo, no hace más que reforzar la lógica de la cohesión social, el orden por sobre la voluntad de ser, el pragmatismo por sobre las aspiraciones programáticas.
Por otra parte, el exceso de “idealismo” afecta indudablemente el éxito electoral del conglomerado y ciertamente las opciones presidenciales.Para muchos, en todo caso, no son pocas las veces en política en que es necesario afrontar costos de este tipo para lograr objetivos de largo plazo. No obstante, el orden y el pragmatismo tienen una fuerza que los idearios programáticos no pueden contrarrestar; son las circunstancias y necesidades reales las que permiten o dan espacio para que las actitudes ideológicas se impongan. Las presiones en la base para volver al gobierno no son menores y constituyen una fuerza estabilizadora muy potente, la que sólo se compensa con la de quienes han tenido roles muy secundarios o han quedado excluidos del reparto político.
En este sentido, fenómenos tales como los resultados en las elecciones municipales pueden llegar a tener una influencia significativa en lo que ocurra de ahora en adelante. De imponerse el bloque de izquierda, ello podría llevar a Bachelet a tener que definir una postura mucho más cercana a éste, teniendo que romper con sus tradicionales aliados, o a jugar un equilibrado e inestable balance.