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UDD en la Prensa

Progresismo en debate

 Eugenio Guzmán Astete
Eugenio Guzmán Astete Facultad de Gobierno, Facultad de Educación (I)

Recientemente han sido publicados dos libros que, aunque de naturaleza distinta, abordan los desafíos y problemas del progresismo de izquierda. El primero de ellos, de Marcel Oppliger, corresponde a un estudio de casos sobre la trayectoria de la Venezuela de Chávez, pero abordando los desafíos de Maduro después de su muerte, titulado «La revolución fallida: un viaje a la Venezuela de Hugo Chávez». El segundo editado por Carlos Fortín, Augusto Varas y Marcelo Mella, cuyo título es «Los desafíos del progresismo», es una densa y extensa publicación de ensayos en torno al tema del progresismo de izquierda en América Latina y Europa.
En el caso de Oppliger, este es un libro que nos introduce en los problemas que finalmente enfrenta el voluntarismo de un Chávez, que intenta por distintos medios de torcer el rumbo democrático de una de las democracias que mayor estabilidad exhibió en los últimos 50 años, pero que a partir de la llegada al poder de Chávez, si de algo estamos ciertos es que son pocos los avances logrados en términos de los valores políticos centrales del progresismo político de izquierda; a saber, la libertad de expresión, la alternancia en el poder y el imperio de la ley, por señalar algunos. Todo ello deriva en que más que progresismo estamos en presencia de una fórmula que termina siendo el más crudo y desnudo populismo, en que la figura del «líder carismático» lo es todo y se instala como la antipolítica; es decir, la ausencia de mediación por parte de reglas e instituciones que calibren y contrapesen la voluntad del gobierno.
Por su parte, el texto de Fortín, Varas y Mella aborda distintos debates en relación a las definiciones de progresismo, en particular el de izquierda. Por lo pronto, uno de los problemas tiene que ver con la equivocidad del término. A modo de ejemplo, si el elemento definitorio son las posiciones que se tienen respecto de una agenda valórica (legalización del aborto, drogas, eutanasia, el matrimonio gay y la adopción de hijos por parte de parejas del mismo sexo) claramente es insuficiente, pues progresismo en ese sentido también lo encontramos en sectores de derecha. Más aún lo que podemos llamar progresismo en estos términos no siempre encuentra seguidores incondicionales para todos los temas. En efecto, quienes son partidarios del aborto no necesariamente lo son de la legalización de la droga.
Y si de complejidades se trata no siempre los defensores de una agenda valórica progresista no están de acuerdo en temas tan sensibles como la voluntariedad del voto, lo que pone en evidencia que progresismo moral y político no necesariamente responden a un mismo eje ordenador. Ciertamente, existen razones que permiten una argumentación que distingue la aceptación de unos valores y otros y su coherencia con ciertos principios o modelos políticos, como sería el caso de aceptar una ley de aborto pero no el voto voluntario o la legalización de la droga.
Finalmente, el texto organizado por Fortín Varas y Mella no sólo se queda en las definiciones, sino que aporta interesantes debates sobre la importancia de definir y revisar agendas. Un ejemplo lo constituye la necesidad de separar aguas entre progresismo de izquierda y el populismo. Otro corresponde a la necesidad de abordar nuevos temas y reconsiderar otros; tal es el caso de los alcances del multiculturalismo, en sociedades en las que lo menos deseable es fomentar la fragmentación social y en que por lo tanto lo central es fomentar la integración social.
Ambos libros, a través de distintas ópticas y con distintos alcances, abordan el debate sobre el significado y práctica del progresismo de izquierda. En efecto, en momentos en que lo central en la discusión política pasa por definiciones, ambos entregan, precisamente, eso definiciones, o al menos las controversias que surgen al respecto.

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