Productividad, desafío urgente
Las últimas señales sobre la productividad en Chile son preocupantes. Según los últimos datos, estamos entre los más bajos de la OCDE, lo que hace sentido con los índices económicos más recientes y que plantean un panorama de desaceleración para los próximos años. De acuerdo con las cifras entregadas por la OCDE y que fueron analizadas por la consultora McKinsey Chile tiene un tercio de la productividad de EEUU, con US$ 19,5 por hora trabajada versus US$ 60,3.
La conclusión es simple y rotunda: un país con baja productividad no puede alcanzar altos niveles de desarrollo. De hecho, existe consenso internacional en que la productividad es el factor que más incide en las diferencias de PIB per cápita que existen entre países con bajos índices de este factor y países con niveles más altos. No hay que olvidar que, en tendencia con lo que ocurre con el resto de los países desarrollados y/o en vías de desarrollo, la tasa de natalidad nacional ha mostrado una constante disminución en los últimos años.
Esto nos enfrenta a un escenario de menor mano de obra disponible, por lo que resulta evidente la necesidad de adoptar medidas que aumenten la productividad laboral. Ello no se puede lograr si no creamos conciencia sobre la necesidad de considerar a este factor como uno de los principales motores y aceleradores del crecimiento.
¿Cómo lo hacemos? Como es un elemento que es la base del desarrollo, debe ser abordado como tema país, es decir, con un compromiso transversal del mundo público, privado y académico. A largo plazo, tener la productividad como un factor clave y transversal que esté presente en todos los niveles. Ello, porque muchas regulaciones «externas» y que no tienen directa relación con los trabajadores inciden en la productividad de industrias vitales.
Por el momento, algunas medidas concretas son aumentar la capacitación en las empresas y abogar por una regulación laboral que evite la inamovilidad extrema y promueva una mayor flexibilidad.