Pensar como Abogado
Recientemente, el Director de la Academia Judicial, Eduardo Aldunate, ha llamado la atención respecto a la calidad de la formación de las nuevas generaciones de abogados. A su juicio, ella es deficiente hasta el punto de dificultar encontrar candidatos idóneos suficientes para llenar los cupos que se ofrecen en los programas para la formación de jueces.
Esta crítica no es nueva. La misma se ha escuchado, con mayor o menor dureza, durante largo tiempo entre los diversos actores del mundo jurídico. Las consecuencias de una deficiente formación profesional impactan no sólo a los se ven directamente perjudicados por ella – quienes la viven como una tragedia- sino también se proyectan sobre toda la sociedad y, en los peores casos, puede llegar a ser un pesado lastre para el desarrollo del país.
Agréguese a lo anterior que, así como ya se prefigura el futuro, las exigencias para los abogados serán mayores y siempre crecientes. Un ejercicio simple nos permitirá dimensionar la entidad y gravedad del desafío que enfrentan las Escuelas de Derecho: sin siquiera especular sobre el aumento de la longevidad que puede tener lugar en las próximas décadas, un joven que hoy inicia sus estudios de derecho, si logra convertirse en abogado, debiera ejercer, aproximadamente, hasta 2070. ¿Estamos preparando hoy a los abogados que Chile necesitará el 2070? No cabe duda que los enormes desarrollos científicos y tecnológicos de que hemos sido testigos y, con mayor razón, los que vendrán, modificarán a nuestra sociedad y, consustancialmente, también al derecho, pues éste se encuentra incardinado a aquella. Es de presumir, entonces, que buena parte de la normativa vigente y que constituye hoy el principal objeto de estudio en las escuelas de Derecho, no subsistirá ya en dicha época.
Además, los cambios no se limitarán a las regulaciones. La cada vez mayor complejidad que están adquiriendo los hechos y conflictos de relevancia jurídica, fruto de las mismas causas ya apuntadas, también será creciente y creciente será también la necesidad que los abogados estén dotados de conocimientos más o menos especializados en diversas materias – científicas, tecnológicas, ambientales, financieras, contables, de negociación, de liderazgo organizacional, sólo por mencionar algunas – para su adecuada comprensión. De ahí la importancia que ya ha adquirido la interdisciplina en el proceso de formación de los estudiantes de Derecho.
El panorama descrito implica un enorme desafío para las Facultades de Derecho, que obliga a repensar los objetivos y métodos docentes hasta ahora practicados.
A nuestro entender, la única manera de enfrentar y sortear exitosamente este problema es a través de un cambio de paradigma que, sin hacer tabla rasa de la larga tradición de estudios jurídicos que existe en Chile, sino por el contrario, aprovechando todo lo rescatable y valioso que hay en ella, renueve los métodos imperantes.
La enseñanza del derecho en Chile, al igual que, en general, en toda hispanoamérica, ha girado tradicionalmente en torno al estudio de conceptos y categorías doctrinales y de normas emanadas del Poder Legislativo y de la administración, prevaleciendo casi sin contrapesos como método el uso de la clase magistral, que descansa en la figura del profesor, reservando un rol meramente pasivo a los alumnos. Se hace necesario mudar desde esta mirada, que estima que la principal misión de las Escuelas de Derecho es informar respecto de las normas jurídicas vigentes, a otro que, como dijimos, sin despreciar lo anterior, se centre en enseñar a los alumnos capacidades y técnicas y formarles una serie de actitudes y valores frente a las mismas, con la finalidad de hacerlos capaces de razonar jurídicamente. Únicamente de este modo podrán los futuros abogados enfrentarse con éxito a las transformaciones que el sistema normativo experimente y a sus defectos: antinomias, vacíos, etc. y también ser capaces de resolver los particulares problemas que el ejercicio profesional en sus distintas variables les demande: asesorar organizaciones públicas o privadas, debiendo conocer y equilibrar consideraciones no solo legales, sino que prudenciales, comerciales y desde luego éticas, asesorar o defender en juicio a un cliente, decidir un caso judicial, etc. En simple, es necesario que los alumnos no sólo sean capaces de hablar como abogados, sino, además, de pensar como tales.