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UDD en la Prensa

PAES y calidad de la educación: “Un año más, ¿qué más da?”

 Joaquín Lavín
Joaquín Lavín Académico Facultad Economía y Negocios

Cada año, cuando se entrega el resultado de la prueba de admisión universitaria, cualquiera sea su nombre (PSU, PTU o ahora PAES), la realidad nos golpea. Decimos que nos preocupa la desigualdad en los ingresos (y tenemos claro que depende directamente de las diferencias en la calidad de la educación), que los niños están primero, y que queremos educación pública, gratuita y de calidad. Pública y gratuita hemos tenido siempre, pero ¿de calidad?… cada vez menos.

Nos quedamos en repetir eslóganes vacíos. Pero la verdad es que como país no hacemos nada por cambiar la realidad que se expresa en ese ranking anual de los 100 mejores colegios que vimos en la edición de “El Mercurio”.

Menos del 10% de los alumnos se educan en colegios particulares pagados, y poco más del 90% está en colegios municipales y en colegios particulares subvencionados. Pero, ¿cuántos colegios municipales están entre los mejores 100? Solo tres. ¿Y cuántos particulares subvencionados? Solo uno. Punto. Los otros 96 corresponden a colegios particulares pagados. Y de los 100 mejores, 37 están en solo tres comunas del sector oriente de Santiago.

Estos resultados se repiten todos los años. Hay algunos cambios: por ejemplo, ya ningún liceo “emblemático” está entre los mejores 100. El Instituto Nacional, que por tantos años estuvo en ese ranking, ahora ni siquiera está entre los primeros 200. Como lo recordó ayer en un tuit Óscar Landerretche, el Instituto Nacional (desde donde egresaron en su tiempo 14 expresidentes de Chile) pasó del lugar 9 en 2005, al 201 ahora. Y el Liceo 1 Javiera Carrera, donde estudió nuestra única mujer Presidenta, pasó del lugar 118 al 544. En cambio, comienzan a aparecer en el ranking los primeros liceos Bicentenario, creados a partir del año 2011.

La pregunta de fondo es: ¿estamos haciendo algo por mejorar la calidad de la educación pública, incluyendo en ella también a los colegios particulares subvencionados que son parte del mismo sistema y que se financian con la subvención del Estado? La pregunta puede ser incluso más cruda: ¿nos preocupa realmente como sociedad este tema? Si la respuesta es “sí”, la realidad es que hace muchos años no hacemos nada al respecto.

Veamos por ejemplo en qué ha gastado sus energías y recursos el Ministerio de Educación en la última década. Me referiré solo a los temas de la educación escolar. Gran reforma 1: que el dinero que los padres ponían para la educación de sus hijos a través del “copago” se reemplace por dinero que pone el Estado. Gran reforma 2: para evitar el “lucro”, los colegios particulares subvencionados tienen que transformar su naturaleza jurídica y ser dueños de sus propios establecimientos. Gran reforma 3: los municipios, que han administrado los colegios por 40 años, ahora deberán devolverlos para que los administren los Servicios Locales de Educación. Todas estas reformas, que consumieron mucha energía, muchos recursos y muchas horas de discusión, tienen algo en común. Son todas reformas que podríamos llamar “administrativas”. Ninguna roza siquiera lo que pasa al interior de la sala de clases. Ninguna tiene que ver ni de cerca con la calidad de la educación. Y los resultados están a la vista.

En otros temas, que podrían tener mayor relación con la calidad, las señales son al revés. ¿Pruebas Simce? Ojalá las menos posibles, si podemos suspenderlas no las hagamos, y con resultados escondidos de tal forma que los papás y mamás no puedan comparar entre colegios. ¿Evaluación de profesores? No. Posterguémosla para más adelante. ¿Reconocer el mérito académico y el esfuerzo para quedar en un determinado colegio? No. Mejor confiemos en la “tómbola” y si los papás y mamás quieren algo mejor que lo que les tocó, bueno, que acampen por días y noches frente al colegio a ver si tienen suerte.

¿Qué nos pasa? La posibilidad de cambiar las cosas desde dentro se ve difícil. La esperanza que nos queda es que por fuera del sistema, desde el mundo de las startups, jóvenes emprendedores desarrollen plataformas y aplicaciones tecnológicas que sean utilizadas directamente por las familias y los colegios.
Tendremos que confiar más en Duolingo, en Pixarron, en Puntaje Nacional, o en otras, más que en el propio Ministerio de Educación Lo que no puede ser es que nos resignemos a seguir viendo los resultados de la prueba de admisión universitaria, y a escuchar la misma canción que tanto escuchamos en estos días… “Un año más, ¿qué más da?, ¿cuántos se han ido ya?”. Y sigamos sin hacer nada.