Giro a la izquierda
Hace dos semanas, la encuesta La Segunda-UDD mostró los resultados de una serie de ejercicios relativos a las próximas elecciones presidenciales y primarias. Al respecto, dos consideraciones merecen ser relevadas, dada su importancia.
En primer lugar, en esta ocasión —a diferencia de lo ocurrido en la medición anterior, de junio— Bachelet aumentó sus posibilidades de ganar en primera vuelta, si es que excluimos a los que declaran que no votarán y los indecisos (los que declaran “no sabe” o “no responde”), lo que si bien es discutible es factible. Desde un punto de vista político-electoral, los resultados también relevan el rol de Marco Enríquez-Ominami. En efecto, ese 6% que declara que votaría por él (7%, si no consideramos los “no sabe” y “no responde”) pasa a ser una amenaza, en la medida en que sus votos serán claves para que exista o no segunda vuelta, y, de haberla, necesitará su apoyo.
Pero también esos números son amenazantes para el propio Enríquez-Ominami: cualquier disminución de él en las encuestas, o aumento de Bachelet en ellas, puede generar un efecto crítico para su candidatura. Dicho en otros términos, abre la posibilidad de que la dirigencia de la Concertación vea un espacio para finalmente prescindir de un candidato que desde todo punto de vista le es incómodo. En todo caso, no parece fácil a estas alturas una crítica abierta a ME-O, pues la evidencia muestra que, al parecer y a pesar de todo, sigue teniendo arrastre dentro del mundo de la izquierda, y que su menor posicionamiento está fuertemente influido por su escasa exposición mediática en los últimos dos años. De este modo, un ataque puede fortalecerlo y hacer más necesaria una negociación de segunda vuelta.
Así, es evidente que el ex diputado debe activar aún mas su candidatura y así se entiende su adelantado lanzamiento de hace una semana. En ese sentido, las municipales serán una primera prueba; no obstante, será después de esos comicios cuando le resultará indispensable incrementar el trabajo electoral.
Un segundo dato derivado de la encuesta, y que tiene que ver con lo anterior, es el alto porcentaje de personas que dicen que participaría en una primaria (33%) y que, en la eventualidad de que Bachelet no compita, votarían por Enríquez-Ominami (39%). Ello no hace más que indicar que, lejos, la segunda preferencia es ME-O, lo que pone a la Concertación en una situación incómoda: uno de los principales líderes de la base más militante (el tercio que señala que participaría en elecciones primarias) está fuera del conglomerado, y en consecuencia un ataque sistemático a su candidatura puede desordenar aún más al bloque.
Pero este antecedente insinúa otro fenómeno: más de un tercio (38%) de la base más comprometida o militante, al señalar que en la primaria votaría por ME-O, está reflejando el giro a la izquierda que distintos dirigentes del bloque han mencionado que es necesario hacer. Si bien no se trata de la mayoría —de hecho, el resto de las candidaturas suma 41%, y otro 15% declara que no sabe o no responde—, se aprecia cierta paridad entre las fuerzas.
En este sentido, el imperativo de ME-O de mejorar su posición es posible de lograr a costa de esa base militante de la Concertación que simpatiza con su candidatura. A esta puede apelar por la vía de señalar que la única manera de consolidar un programa de izquierda es forzar la segunda vuelta. Por su parte, la dirigencia de izquierda de la Concertación (PPD y PR), en sociedad con el PC, dará más señales de giro “a la izquierda”, para de ese modo evitar cualquier derrame de votos hacia el mundo de ME-O, pero, también, para no perder su oportunidad de manejar al bloque con prescindencia del mundo conservador o histórico.