Hero Image

UDD en la Prensa

Ojos en la calle

 Pablo Allard Serrano
Pablo Allard Serrano Facultad de Arquitectura y Arte

En tiempos que cunde el pánico por los «portonazos», asaltos violentos y robos en hogares y barrios, muchos vecinos recurren a medidas de fuerza como aumentar la altura de sus cierros, instalar cercos eléctricos, cámaras, globos de vigilancia y guardias privados. Lamentablemente, estas supuestas medidas disuasivas no son garantía de seguridad, y tienen efectos permanentes en quienes se ven obligados a vivir encerrados: la auto-segregación.
Este fenómeno, independiente del grupo socioeconómico donde se manifieste genera procesos de guetificación donde aumentan las desconfianzas. Parafraseando a sociólogos como Wormald, esto reduce el contacto entre vecino, produce fenómenos de microxenofobia que hacen que el «barrio se achique», provocando que la gente se vuelque hacia adentro de sus hogares.
Esto deteriora el ya reducido capital social de nuestras comunidades, genera un desaliento a la participación comunitaria y favorece, -en lugar de reducir- la sensación de inseguridad.
En este contexto cobran fuerza las ideas de la urbanista Jane Jacobs, quien en 1961 ya pregonaba que el diseño de nuestros barrios y edificios debía promover la activación de la calle en lugar de darle la espalda: tiene que haber ojos en ella, ojos pertenecientes a sus propietarios naturales (los vecinos), y evitar que las edificaciones den la espalda o tengan lados ciegos hacia la calle. Mientras más control visual y social tengamos de nuestras calles y barrios, e interactuemos con nuestros vecinos, más seguros estaremos.
Este tipo de aproximación a la vida de barrio es la que vienen promoviendo de un tiempo a esta parte colectivos como Ciudad Emergente, quienes a partir de intervenciones de urbanismo táctico y en base a procesos participativos han desarrollado una serie de «Malones Urbanos» en localidades tan diversas como Bellavista, Providencia, así como barrios vulnerables de Valparaíso y Antofagasta. El malón es una acción que busca que los vecinos salgan a la calle para compartir una gran mesa y levantar ideas sobre aspectos que ayuden a mejorar la convivencia y seguridad del barrio, utilizando diferentes metodologías para recoger percepciones y expectativas sobre cómo construir colectivamente barrios más seguros y participativos. Dichas percepciones luego son traducidas a planes concretos de diseño urbano y programación de actividades comunitarias en el espacio público para activarlo y propiciar la vida en comunidad.
El último de estos malones, denominado Reconquistando la calle San Carlos de Apoquindo, se realizó con éxito el viernes pasado en el sector oriente de la capital. Convocando a cerca de un centenar de vecinos e instituciones tan diversas como jardines infantiles, colegios y artesanos locales, la iniciativa se enmarca dentro de una serie de actividades que está realizando la Fundación Fraunhofer en el contexto de un proyecto Conicyt, «Smart Santiago» en alianza con la Universidad del Desarrollo, la Junta de Vecinos San Carlos de Apoquindo y Ciudad Emergente. Por primera vez en años, muchos vecinos rompieron con las barreras de miedo, indolencia y desconfianza. Compartieron visiones, sueños y preocupaciones, y comenzaron a colaborar para cuidarse mutuamente. Más allá de los grupos de whatsapp y peticiones de cierre de calles, lo más relevante de iniciativas como esta son estos ojos en la calle, que ya no mirarán con miedo. Sin duda, un buen comienzo.

Noticias relacionadas