Nuevo ministerio en pausa
La institucionalidad del nuevo ministerio de la ciencia es muy poco ambiciosa en cuanto a su alcance. Su rechazo debiera ser una oportunidad para mejorar el proyecto.
El traspié que sufrió la semana pasada la tramitación del proyecto que crea un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) no permitió lograr su aprobación, ya que a raíz de discrepancias surgidas a último momento el tema deberá zanjarse en una comisión mixta. Sin perjuicio de los temas puntuales que motivaron la conformación de esta instancia, sería recomendable aprovechar esta pausa para buscar corregir otras deficiencias del proyecto, tanto a nivel de enfoque global como de contenido específico.
En su concepción de fondo, la institucionalidad que se propone para el nuevo ministerio es muy poco ambiciosa en cuanto a su alcance, y no resuelve los problemas de fondo que atenían en contra de un mejor desarrollo de la CTI, derivados de la amplia dispersión de esfuerzos existente y de la falta de un responsable político único. El tema de la “innovación” -eslabón importante en un encadenamiento del que también forman parte la investigación científica, la formación de capital humano avanzado y el desarrollo tecnológico- no venía incorporado en la versión original del proyecto, habiéndose agregado como indicación posterior, y en forma muy limitada: únicamente se incluye “la innovación derivada de la investigación de base científico-tecnológica”, excluyéndose del nuevo ministerio “la innovación productiva y empresarial, el desarrollo tecnológico para fines productivos y el fortalecimiento de recursos humanos para este ámbito”, temas que seguirían al alero del Ministerio de Economía, generándose así una evidente duplicidad. ¿Qué sentido tiene crear un nuevo ministerio de CTI si la responsabilidad política de lograr mejores resultados en cuanto al fortalecimiento de la CTI va a continuar diluida y los problemas de coordinación se van a mantener? El proyecto de ley pretende resolver los problemas de coordinación creando un “comité interministerial”. Todos sabemos que, en la práctica, estas instancias no cumplen la función con la que fueron concebidas, no obstante las buenas intenciones.
En el mundo no hay un modelo único de institucionalidad para la CTI, observándose distintas modalidades, que se explican por las características particulares de cada país. Pero cabe tener en cuenta que tanto la propuesta que emanó de la comisión asesora del Presidente Piñera el año 2013, como el voto de mayoría de la comisión formada por la Presidenta Bachelet, se inclinaron por la opción del modelo integrado, el cual no fue considerado en la elaboración del proyecto de ley actualmente en trámite. Esta pausa debería ser aprovechada para, en un plazo acotado, lograr acuerdos para mejorar el proyecto incorporando una mirada más amplia, que nos permita generar una institucionalidad que permita abordar de mejor forma los desafíos que enfrenta el país en estos temas.