Nuevo gabinete: optimismo que se desvanece
A un mes de asumir el nuevo equipo político de La Moneda, hacer una evaluación de su desempeño es una operación compleja. Sobre todo para un Gobierno que busca salir de los escándalos y cuestionamientos, y en medio de esos esfuerzos sufre la renuncia del ex ministro Insunza por asesorías a una empresa minera siendo diputado y presidente de la comisión de minería de la Cámara.
Si midiéramos al nuevo gabinete en ámbitos que fueron muy criticados al equipo político anterior podríamos darnos una imagen de su desempeño hasta ahora. Al asumir este nuevo gabinete hizo una sola promesa, un cambio de rumbo. Y de eso hasta ahora se ha visto poco o casi nada. La anunciada agenda pro transparencia está congelada, y seguimos sin avanzar en soluciones frente a la crisis política en que está sumido el país.
Esto es doblemente grave porque la deslegitimación a la que está sometida todo el sistema político se va agravando en la medida que el mismo no es capaz de tomar decisiones que le permitan salir de ella. La coordinación con los partidos de Gobierno es otro de los déficit del gabinete anterior, y no pareciera haber mejorado mucho, los enfrentamientos con el PPD han sido recurrentes.
Lo mismo ha ocurrido con las bancadas parlamentarias, como por ejemplo en los proyectos de reforma laboral y de carrera docente, donde los ministros han encontrado duras críticas de parte parlamentarios del Gobierno, quienes han llegado a votar en contra de las indicaciones del propio Gobierno o han solicitado que se retire el proyecto presentado por el Ejecutivo.
El control de la agenda pública sigue en esto en deuda también el actual gabinete que aparece siempre reactivo frente a las crisis o informaciones. No se logra apreciar una estrategia clara de hacia dónde y cómo quiere avanzar el Gobierno, dejándolo en una sensación permanente de fragilidad o debilidad.
Los ministros de Interior y de Hacienda aun están estableciendo sus ámbitos de influencia y poder. Dando algunas señales de mayor autoridad, pero les juega en contra el poco tiempo que tienen para revertir la sensación de incertidumbre que domina los ámbitos político y económico de nuestra sociedad.
Sería injusto evaluar el nuevo gabinete sin considerar a la Presidenta Bachelet. Sobre todo porque más allá de sus talentos y defectos, un ministro siempre será el ejecutor de la voluntad presidencial, y en este caso la insistencia de avanzar en las reformas sin considerar el rechazo mayoritario que enfrentan en la ciudadanía, explica el desgaste que han ido sufriendo los distintos ministros, mientras eso se mantenga el resultado seguirá siendo el mismo.
El optimismo transversal surgido a propósito del nuevo gabinete se empieza a desvanecer, ni cambio de rumbo, ni nuevo clima de diálogo y acuerdos parecieran prosperar. El ministro de Interior no puede seguir esperando definiciones que no llegan, debe tomar riesgo y apostar por liderar los cambios.
Le queda solo este segundo semestre antes de que el nuevo ciclo electoral empiece, y que los costos de un gobierno mal evaluado no quieran ser compartidos por los partidos, exigir lealtad en tiempos de vacas flacas es siempre una tarea difícil.