No fallaron las encuestas
Quienes se equivocaron fuimos los analistas. Las encuestas, estrictamente hablando, tuvieron un comportamiento predictivo mejor.
Las encuestas entregan una visión probabilística de eventos futuros. Esto es clave, porque indica que no dan certezas sino probabilidades. Prácticamente toda encuestadora entregaba probabilidades a Trump de triunfar. Es cierto que sus chances orbitaban en torno al 20%-25%, pero eso no es equivalente a ninguna opción de ser electo. Los eventos raros y probabilísticamente inusuales ocurren y seguirán ocurriendo.
El ejercicio crítico tiene que venir, primero, de quienes evaluamos la carrera presidencial. Es distinto decir que Clinton tiene altas probabilidades de ser presidente, que decir que hay una probabilidad baja de que Trump fuera electo (ocurrió esto último). Es importante evitar tomar a las encuestas como mecanismos predictivos absolutos. Además, no puede enjuiciarse a las encuestas en su totalidad, porque últimamente se han elegido con pinzas las instancias donde erraron (Brexit, Colombia, Trump), dejando fuera todas las otras en que aciertan.
Errar es simplemente haber asignado más probabilidad a una opción sobre otra.
Finalmente, Trump no ganó por crear un discurso transformativo, sino por operar en un sustrato que ya estaba esperando ese discurso.