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UDD en la Prensa

No es el hiyab, son los máximos

 Fernando Gutiérrez
Fernando Gutiérrez Investigador Facultad de Comunicaciones

La reciente detención de la cantante iraní Parastoo Ahmadi por ofrecer un concierto sin hiyab en YouTube, puso otra vez en el centro del debate la situación de las libertades para las mujeres en Irán. Su video acumuló millones de visitas, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia femenina contra la represión sistemática.

En un país donde las mujeres enfrentan restricciones severas, desde la obligación de cubrirse el cabello hasta la prohibición de cantar en público, el caso de Ahmadi resuena profundamente. Su arresto evidencia la represión sistemática que sufren aquellas que se atreven a desafiar las normas establecidas desde la Revolución Islámica de 1979.

La lucha por los derechos de las mujeres en Irán no es nueva y se arrastra desde hace 4 décadas. Pero la muerte de Mahsa Amini, una joven de la oprimida minoría kurda detenida en 2022 por no llevar el velo correctamente, desencadenó una ola de protestas que aún resuenan en la sociedad iraní. Estas manifestaciones, que se saldaron con cientos de muertos y miles de detenidos, reflejan el profundo descontento y la demanda de cambios estructurales que generan una tensión permanente.

La pregunta resuena en el ambiente: más allá del respeto por las particularidades culturales y religiosas ¿cómo es posible que situaciones como esta sigan ocurriendo en pleno 2024? Lógicamente que estas realidades emergen anacrónicas frente a un escenario de libertades universalmente reconocidas desde la Declaración Universal del 10 de diciembre de 1948 y que recientemente cumplió 76 años.

La clave parece estar en dos conceptos fundamentales en voz de la destacada filósofa española Adela Cortina (Valencia, 1947): los mínimos y los máximos éticos. Los primeros apuntan hacia la justicia, son universales y exigibles a todos, pues se centran en derechos y deberes básicos que permiten la convivencia democrática. En tanto, los máximos se dirigen hacia felicidad, que son ideales personales, aspiraciones individuales que cada persona persigue según su concepción de la vida buena.

Esta teoría fomenta el diálogo al establecer un marco común de mínimos éticos que todos deben respetar, independientemente de sus máximos personales. Al reconocer y respetar estos mínimos, se crea un espacio de tolerancia donde las diferencias pueden ser discutidas y aceptadas sin imponer una visión única de la felicidad. Así, se promueve una cultura de aceptación y respeto hacia ideas contrarias, facilitando la convivencia en sociedades plurales y diversas.

La falta de consenso ocurre entonces, cuando en el contexto de nuestras preferencias y posturas, pretendemos dialogar a partir de nuestros máximos y no de nuestros mínimos. Aquello será siempre complicado: o dialogo sólo con los que buscan la misma felicidad que yo o nos condenamos a una perpetua e interminable historia de desencuentros.

Cortina nos encamina hacia el pluralismo moral, que lo define como la coexistencia de distintas ofertas de vida feliz en la esfera pública, en las que los ciudadanos aceptan las que les atraen y se comprometen a respetar las demás. Éste se basa en compartir mínimos morales compartidos y exigibles de justicia, respetar los máximos morales o invitaciones a la felicidad y dialogar sobre la base de la ética cívica de mínimos morales.

Aunque geográficamente aparezca como lejano, este complejo caso iraní debe llevarnos a reflexionar sobre la urgente necesidad de encontrar fórmulas de consenso y encuentro, pues en gran parte nuestras opciones de desarrollo dependen de aquello. En las sociedades moralmente pluralistas, las diferentes ofertas de vida feliz se presentan en la esfera pública, las aceptan aquellos ciudadanos a los que resulten atractivas, y el conjunto de la sociedad se compromete a respetar las ofertas ajenas como un mínimo de justicia irrenunciable. Hacia allá deberíamos transitar.

La falta de consenso ocurre entonces, cuando en el contexto de nuestras preferencias y posturas, pretendemos dialogar a partir de nuestros máximos y no de nuestros mínimos.

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