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UDD en la Prensa

Movilidad para el segundo cuarto del siglo XXI

 Pablo Allard Serrano
Pablo Allard Serrano Facultad de Arquitectura y Arte

Desde su invención y masificación, hace más de cien años, la humanidad siempre soñó que en el futuro los vehículos volarían. En los años sesenta, los dibujos animados de los Supersónicos mostraban a Mr.Sónico llegando directo a su departamento en un ingenio volador; y en los ochentas, la ciencia ficción de películas como Blade Runner también lo pregonó. Sin embargo, llegando al primer cuarto del siglo XXI, los autos siguen sometidos a la fuerza de gravedad y, más allá de algunos drones experimentales, seguiremos soñando con volar por un tiempo.

Pese a lo anterior, la tecnología sí nos trajo mayor eficiencia en el consumo y reducción de emisiones, así como mejor seguridad en los vehículos. Pero ahora, de manos de la sensorización, el internet de las cosas, el blockchain y la inteligencia artificial probablemente tendremos algo mucho mejor que pocos imaginaron: los vehículos autónomos (VA).

Si bien esta tecnología está en etapas tempranas de desarrollo, su implementación y masificación es inminente, y significarán un cambio de paradigma radical en el transporte, la industria automotriz, la logística, la infraestructura urbana y la forma en que nos moveremos en nuestras ciudades y territorios.

En este sentido, la red de autopistas urbanas e interurbanas que se ha consolidado en nuestro país —fruto de los 30 años de virtuosa colaboración público-privada por la vía de las concesiones de infraestructura pública— serán la plataforma para capitalizar y potenciar las oportunidades que nos traerán los VA e, incluso, nos pueden poner a la vanguardia mundial de esta revolución.

Una de las mayores oportunidades de manos de los VA será la optimización de la red vial existente y el fin de la congestión como la conocemos. Si hoy aplicaciones como Waze nos permiten encontrar rutas alternativas evitando los tacos, los VA van a organizarse de manera tal que todo el sistema de transportes fluya a velocidades adecuadas. Ya no quedará el clásico conductor bloqueando el cruce en luz amarilla, nadie se pasará un disco pare y, lo más importante, se reducirá de manera significativa el número de accidentes.

Otra ventaja de los VA será la consolidación de la movilidad compartida donde, en base a planes de suscripción, ya no seremos dueños de un vehículo, sino que tendremos a nuestra disposición —y cuando lo necesitemos— diversos formatos: desde la micromovilidad personal, familiar, cargo y delivery, hasta colectivos y masivos modulares, dependiendo de la naturaleza, urgencia o disponibilidad a pagar nuestros viajes. Los VA, además, van a mejorar la experiencia de usuario, permitiéndonos trabajar, descansar o socializar en los trayectos; facilitarán la respuesta a emergencias y, prácticamente, desaparecerán los portonazos y encerronas. Y si son eléctricos, además reduciremos emisiones y contaminación sonora.

¿Significará esto un cambio relevante en la infraestructura existente? No será necesario construir más vialidad, pero sí surgirá demanda de nuevos espacios de almacenamiento y mantención de los VA, así como puntos de carga rápida, los cuales podrían ser concesionados por sectores de la ciudad, ya sea como convenios complementarios de las concesiones existentes o como nuevas inversiones. En este punto serán clave las autopistas urbanas, ya que serán la red neuronal del sistema, permitiendo inyectar o sacar vehículos de circulación en distintos puntos de la ciudad, dependiendo de la demanda. También los VA requerirán contar con protocolos y regulación que precisen las responsabilidades éticas y legales en caso de fallas o accidentes, que seguirán afectándonos en el margen.

Si las autopistas urbanas concesionadas en Chile fueron pioneras en el mundo al instalar un sistema de cobro free flow integrado entre múltiples operadores, el destacado ingeniero Louis de Grange propone que hoy pueden convertirse en el laboratorio mundial de pruebas de los VA.

No existe en el mundo una red de autopistas urbana segregadas, seguras y completamente sensorizadas y monitoreadas en tiempo real como la nuestra. Con el nivel de tecnología que tienen nuestras autopistas, en horas de baja afluencia, podríamos invitar a los principales fabricantes de VA a probar sus sistemas en este circuito cerrado a escala metropolitana, generando un polo global de nuevas tecnologías de movilidad autónoma en nuestro país. Esto nos permitirá detectar nuevos desafíos, testear y adaptar soluciones emergentes y, lo más relevante, transformar para siempre la movilidad urbana hacia ciudades más sustentables, compartidas, eficientes y, aunque suele paradojal, más humanas… al menos mientras los autos no vuelen.