Marco ético para la distribución equitativa de vacunas para el COVID-19
En la actualidad se están desarrollando diversos tipos de vacunas contra el nuevo coronavirus SARS-Cov-2, causante del severo cuadro respiratorio denominado COVID-19. Dado que la demanda por tener acceso a las vacunas será muy superior a la capacidad de producción inicial, es necesario diseñar estrategias globales de distribución equitativa de estas vacunas.
Cualquiera que sea el sistema de distribución elegido, se debe evitar que los países productores de vacunas o los con mayor poder adquisitivo acaparen todas las dosis para sus poblaciones, limitando severamente la disponibilidad para las otras naciones.
Una primera propuesta de distribución justa es que éstas se repartan de manera proporcional al número de habitantes de cada país; una vez que todas las naciones han recibido dosis para un 20% de su población, se vuelven a repartir hasta alcanzar a la totalidad del público objetivo. Si bien esta distribución puede parecer inicialmente adecuada, no considera las inequidades de salud existentes en las distintas poblaciones, por lo que no necesariamente satisface el principio de justicia.
Otras voces han sugerido que éstas sean distribuidas según necesidad, recibiendo aquellos países con mayor población en riesgo de enfermedad grave una mayor cantidad de vacunas, independiente de su poder adquisitivo, en lo que ha sido llamado un “modelo de prioridad justa”.
Teniendo como foco principal al individuo que recibirá la vacuna, este modelo identifica tres valores relevantes: beneficiar al individuo, limitando el daño y la muerte prematura; darle prioridad al desaventajado, que tiene mayor riesgo de sufrir las consecuencias socioeconómicas de la pandemia; y tener la misma preocupación moral por cada individuo. Como toda propuesta, tiene también críticas. Tal vez, la principal se refiere a cómo asegurar que al interior de cada país las dosis sean distribuidas de manera justa y equitativa, especialmente cuando no se cuenta con la infraestructura sanitaria requerida para administrarlas de manera segura y oportuna.
A su vez, los principios que orientarán la distribución de las dosis de vacunas deben ser transparentados y comprendidos por la población, puesto que es fundamental mantener la confianza pública en todo el proceso. Esto incluye claridad absoluta respecto de cómo se toma la decisión respecto de cuál o cuáles vacunas adquirir.
Mientras se avanza en poder tener acceso a vacunas, es importante considerar que éstas no van a reemplazar las actuales medidas de distanciamiento físico, uso de mascarillas y lavado de manos, porque no todos podrán ser vacunados e incluso entre los vacunados no habrá 100% inmunidad.