Maestros en fuga
Que 880 estudiantes del norte del país hayan quedado sin cupos en el sistema escolar es una evidencia más de la crisis que sufre la educación pública chilena.
A cada uno de esos niños y jóvenes se les está privando del derecho a la educación (artículo 4° de la Ley N° 20.370), un derecho esencial para su desarrollo y cuya carencia los deja, cada día que pasa, en clara desventaja frente a sus pares.
A nivel nacional, este hecho revela el fracaso de un Estado que determinó la obligatoriedad de la enseñanza primaria hace algo más de un siglo, y de la secundaria, en 2003 (Ley 19.876), pero que hoy no es capaz de asegurar su cumplimiento a cabalidad.
En tiempos en que la irrupción de internet y de la inteligencia artificial debiera tenernos ocupados en reflexionar acerca de las necesidades educativas con miras al futuro, estamos al debe en el requisito básico de cualquier sistema educativo: contar con aulas adecuadas, suficientes y funcionando con normalidad. Desafortunadamente, nuestras autoridades parecen no tener ni la voluntad ni las habilidades para abordar este y otros múltiples problemas que aquejan a la educación pública.
Además de esta inaceptable falta de cupos, es necesario enfrentar también dos situaciones que amenazan el normal funcionamiento de la sala de clases. Se trata de los altos índices de inasistencia de niños en algunos sectores y la creciente carencia de profesores. Por cada niño o niña que deserta del sistema obligatorio de enseñanza hay un futuro que se ve truncado y oportunidades que se cierran.
En Chile, en 2022, la inasistencia grave entre los escolares alcanzó el 35% de la matrícula, lo que equivalía a 1.169.000 estudiantes (Mineduc, 2022). Si bien, según cifras del Mineduc, en 2023 la inasistencia grave se retrajo en 4 puntos porcentuales, aún no se alcanzan las cifras previas a la pandemia del covid. Sin embargo, para algunas zonas del país las cifras siguen siendo preocupantes, pues en 2023 la Región de Atacama alcanzó el mayor índice de inasistencia (55,8%), seguida por dos zonas de climas extremos, como Aysén (36,5%) y Magallanes (35,5%).
Pero el “vaciamiento de aulas” no viene solo por la deserción o ausentismo de los estudiantes, sino también se da desde el profesorado. A fines de 2022, la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, anunció la preocupante falta de profesores en el mundo. Aunque las peores cifras se observan en las regiones más pobres, el fenómeno también está presente en Europa y en Estados Unidos.
En este último país se estima que hay al menos 36.000 puestos vacantes, además de unos 163.000 ocupados por profesores considerados poco cualificados a nivel nacional (Nguyen, Lam y Bruno, 2022), mientras en Francia quedaron cuatro mil puestos sin completar en el sistema público según cifras de ese mismo año.
En Chile, dotar a las aulas de personal suficiente, pero sobre todo de personal adecuado, también se ha transformado en un gran reto. En efecto, desde hace varios años se advierte un creciente déficit en el número de profesores en nuestro país, llegando a estimarse que para 2025 podría alcanzar los 26 mil docentes, y en 2030, algo más de 33 mil (Elige Educar, 2021). Esta baja se explica tanto por la disminución de las matrículas en las carreras de Pedagogía como por la fuga de docentes en ejercicio.
Entre los años 2005 y 2022, los programas de Pedagogía con matrícula de primer año han disminuido de 574 a 342, respectivamente (Elige Educar, 2022). Según la misma fuente, entre ambas fechas los programas en Educación de Párvulos disminuyeron de 109 a tan solo 56; mientras que en Pedagogía Básica decrecieron de 147 a 49. Visto desde la perspectiva de las matrículas de primer año, estas se redujeron de 3.658 a 2.225, mientras que para las de Pedagogía Básica la caída es aún más significativa, al descender de 6.566 a 1.193. El problema es que estamos hablando de esos profesores encargados de niños y niñas en edades tempranas, cuya labor es clave para desarrollar los talentos y capacidades necesarios para su futuro desempeño en la vida adulta y, por lo tanto, para el desarrollo del país.
Mientras disminuyen los jóvenes que optan por seguir carreras de Pedagogía, la deserción laboral docente ha ido en alza. En efecto, se calcula que entre 2004 y 2021, un promedio de 8.200 profesores ha desertado del sistema escolar cada año, mientras que en el mismo período, el 10,7% de los profesores abandona tras su primer año de docencia (Elige Educar, 2021) y el 20%, al quinto año de ejercicio laboral (IE y CIAE, 2021).
Solo para tener una idea de esta carencia, si en Estados Unidos teóricamente falta un profesor cada algo más de 9 mil habitantes y en Francia cada 21 mil, en Chile la proporción podría bordear a uno cada 600 habitantes, es decir, en nuestro país el problema parece ser bastante más serio. Entre las razones que explicarían este fenómeno se suelen mencionar salarios poco atractivos, sobrecarga de trabajo y exceso de burocracia, pero también un alto índice de estrés derivado de un clima escolar adverso.No hay duda de que la degradación del respeto a la autoridad, el exceso de ideologización y la normalización de la violencia nos están pasando la cuenta.