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UDD en la Prensa

Libertad y vacunas

 Federico Valdés Lafontaine
Federico Valdés Lafontaine Rector

El año 2020 será, sin duda, recordado como el año del covid-19, con su terrible secuela de muertes, miedo, restricciones de nuestras libertades y retroceso económico. Pero también lo recordaremos como un año de asombrosos progresos médicos y grandes cambios tecnológicos que por décadas nos brindarán sus frutos generosos. El ejemplo más significativo es el de las vacunas contra el coronavirus. Lo que parecía imposible a comienzos de 2020 fue una realidad antes de que el año terminara.

Este notable logro nos dejó no solo una confianza reforzada en la capacidad del ser humano para superar nuevos desafíos, sino también una gran lección sobre las condiciones que lo hicieron posible.

Según la OMS, hoy más de 50 vacunas están siendo probadas en ensayos clínicos y algunas de ellas, como se sabe, ya se están aplicando en varios continentes. Es el caso de Chile, que ya ha aprobado el uso de emergencia de tres de ellas y ha iniciado el proceso de vacunación masiva. Pero no es solamente el gran número de soluciones buscadas lo que llama la atención, sino igualmente la diversidad de principios experimentales usados. Nueve plataformas científicas compiten en esta carrera sin precedentes por derrotar la pandemia.

Detrás de este enorme esfuerzo experimental no se encuentra un gran planificador centralizado y todopoderoso, sino una gama extraordinariamente diversa de científicos, empresas, universidades y entes públicos optando por una gran variedad de alternativas. Entre ellas, algunas serán exitosas, salvarán millones de vidas humanas y sus impulsores se verán generosamente recompensados por sus esfuerzos, pero la mayoría no llegará a puerto. Como en todo proceso de ensayo y error, ello solo se descubre al final del día.

Este proceso de experimentación no ha hecho sino replicar, a escala monumental, la clave de aquel notable progreso que desde hace al menos un par de siglos está transformando radicalmente las condiciones de vida de la humanidad, haciendo retroceder de una manera sin precedentes la pobreza, la enfermedad y la ignorancia. Se trata de la facultad de innovadores e inversionistas de desarrollar y probar libremente sus ideas, en un sistema basado en la descentralización de la toma de decisiones.

Permitir esta libertad no fue fácil ni indoloro para quienes detentaban el poder y muchos siguen aún hoy resistiéndose a ello. El espíritu innovador puede ser incómodo, pero no cabe duda de que ha dado origen a una extraordinaria diversidad de soluciones ante los nuevos desafíos que enfrentamos, generando así una capacidad adaptativa muy superior a la de cualquier sistema que someta la creatividad humana a los dictados de una autoridad centralizada.

La reciente lucha por desarrollar una vacuna contra el covid-19 nos ha venido a recordar, de una manera ejemplar, esta gran lección: en la diversidad que genera la libertad está no solo la mayor fuerza impulsora del progreso, sino también el mejor resguardo contra los riesgos y la incertidumbre que son propios del devenir humano.

Esta enseñanza tiene una importancia capital para la conformación del sistema educativo en general y para la vida universitaria en particular. De tiempo en tiempo, en Chile surgen voces que propugnan un mayor control estatal y la homogeneización tanto de la oferta educacional como de la actividad académica. En esa perspectiva, el pluralismo es visto como una amenaza para un ideal de igualdad, entendido como uniformidad. Una sociedad justa sería entonces aquella que forma ciudadanos cortados por el mismo molde y no aquella que potencia la diversidad propia del ser humano.

El avance de este tipo de propuestas no solo vulneraría el respeto que les debemos a los distintos proyectos de vida que naturalmente alberga una sociedad libre, sino que además pondría en peligro nuestra capacidad como sociedad de enfrentar con éxito los retos de un mundo en constante transformación.

La riqueza y la fuerza adaptativa de una sociedad, tal como la de los ecosistemas, dependen de la diversidad de sus componentes. Por ello es vital que los márgenes de libertad se amplíen en lugar de restringirse, y ello comienza en las salas de clases y en las aulas universitarias.