Las “lecciones de la historia”, a propósito de los 90 años del crash de 1929
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En octubre próximo se cumplen 90 años del crash de la Bolsa de Nueva York que marcó el inicio de la “gran depresión”. Este es un evento que se ha venido recordando (y estudiando) con especial atención luego de la “gran recesión” de 2008. Esta última crisis internacional, especialmente profunda en Estados Unidos y Europa (de ahí su apelativo), se sintió de forma bastante moderada en Chile; en cambio, como es bien sabido, el crash del año 1929 con sus particulares mecanismos de transmisión se tradujo en una profunda caída de la actividad económica en nuestro país entre los años 1930-32. Esta crisis tuvo también efectos políticos ―en términos de inestabilidad política― muy importantes que generaron un círculo vicioso de mayor incertidumbre económica.
A nivel internacional se ha discutido bastante sobre las “lecciones” que podría ofrecer la historia en cuanto a los orígenes y las respuestas de política frente a grandes recesiones económicas ocurridas en el pasado. Detrás de este concepto está la idea de que no sólo sería útil estudiar la historia porque sí, porque es un área crucial del conocimiento humano que nos permite reflexionar sobre los valores fundamentales de las sociedades, sino además por consideraciones que podríamos denominar oportunistas: para identificar analogías relevantes a problemas cruciales del presente. Aquí es oportuno recordar el dictado de George Santayana, en el sentido de que “Los que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”. La creencia de que producto de los cambios tecnológicos en la era moderna hemos logrado anular los ciclos de la actividad económica refleja bien una ignorancia que a su vez representa, parafraseando a Hayek, una arrogancia muy peligrosa. La presencia más o menos regular de ciclos económicos en economías capitalistas es un antecedente que no se puede soslayar ―la propia teoría económica, que a veces se estudia selectivamente, nos ilustra bien sobre estos temas.
En todo caso, ¿en qué se basa esta idea de las “lecciones” que puede ofrecer el estudio de la historia? ¿Cómo se eligen las analogías que son relevantes en este sentido? En otras palabras, ¿dónde vamos a buscar las lecciones que queremos recoger para el presente? Obviamente esta es una cuestión crucial en todo este ejercicio, porque como se ha destacado en la literatura sobre estos temas, una analogía histórica puede informar y también informar mal; en otras palabras, la historia puede ofrecer lecciones, pero también puede haber analogías incorrectas.
La posibilidad de una elección estratégica u oportunista de las analogías históricas es un problema muy delicado. A este respecto es importante recordar que la historia no puede ser completamente objetiva, y que la memoria es frágil y también selectiva. Este potencial oportunismo se traducirá en un uso selectivo de las analogías que ofrece la historia, que puede estar basada en intereses políticos coyunturales, pero que además puede estar relacionado a consideraciones o sesgos ideológicos más fundamentales.
Entre la gran depresión y la gran recesión ha pasado mucho tiempo. Las autoridades políticas, banqueros centrales y ministros de Hacienda, en Chile y en otros países, han aprendido (en mayor o menor medida) de los errores del pasado, aunque uno podría discutir sobre cuáles fueron los casos más relevantes para estos procesos de aprendizaje. De ahí la importancia de volver a la historia en su propio mérito, con una mirada amplia. En el caso de la política pública las “lecciones de la historia” no son tan automáticas como se podría pensar.