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UDD en la Prensa

Las empresas familiares 2.0

 Gonzalo Jiménez
Gonzalo Jiménez Director Centro de Familias Empresarias & Empresas Familiares UDD

El padre la funda, los hijos la mantienen y los nietos la funden. Esta nefasta frase es el mito más común y repetido sobre las empresas familiares, pronunciada por quienes poco conocen desde dentro sus prácticas, conductas, urgencias y desafíos que las mueven y donde se funden lazos sanguíneos, negocios e innovación con tradición.
Más allá de mitos y leyendas y a la luz de una experiencia de años asesorando a grupos familiares en Europa, India, Medio Oriente y Latinoamérica, puedo afirmar que estamos ante ecosistemas llenos de luces y sombras con un ADN definido, pero a la vez cambiante, con ritmos propios.
Hay en ellas un rasgo fundamental, especialmente en aquellas de primera generación. Las empresas familiares tienen una vocación clara de emprendimiento y, en especial, un propósito compartido de crear valor, en base a sus talentos, conocimientos y sobre todo sus identidades. A diferencia de las no familiares, éstas no sólo tienen IQ sino también EQ, esa dosis de inteligencia emocional que le hace falta a las otras.
Esa inteligencia emocional es la base para enfrentar un mundo cambiante. En pleno siglo XXI el empresario familiar es el llamado a emprender e innovar.
Y el ímpetu emprendedor no termina cuando la empresa ya ha logrado una tendencia de crecimiento estable. Los familiares pueden llegar a ser verdaderos motores del re-emprendimiento, que se apoyan en capacidades y recursos externos, disponibles para adaptar las mejores prácticas a su propia realidad y desafíos. Sus integrantes son generalmente inquietos, proactivos, con energía por ello deben buscar nuevos nichos, más clientes, otros productos y nuevos servicios para satisfacer al mercado.
Son estas características las que los transforman en grandes responsables del desarrollo. Para muestra fue la radiografía a EEFF que realizamos en la UDD, la cual reflejó que el 78% de las empresas son familiares, las que generan el 63% del empleo y el 60% de las ventas del país.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, si de algo se tiene que ocupar la empresa chilena es de mejorar sus procesos internos: descomplejizar estructuras que obedecen a formas antiguas de trabajar, concentrar toda decisión en una persona y, sobre todo, revalorar sus recursos humanos. No es admisible que grandes corporaciones de control familiar aún mantengan una relación de «payroll» con sus empleados y, a la vez, declaren que las personas son el centro del negocio.
En eso, los emprendedores que recién están fundando empresa o las nuevas generaciones de familias empresarias, tienen mucho que aportar. Probablemente acá radica el principal rasgo diferenciador entre el antiguo concepto de familia empresaria muy tradicional, con relaciones muy jerarquizadas y donde los espacios de diálogo se dan más entre pares; de la empresa familiar 2.0, posmoderna, donde la transversalidad en las relaciones debe ser la que prime, hay que apalancar un desarrollo sostenido que les permita perdurar más allá de la tercera generación, los primos y los nietos.

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