La PSU
Luego de publicadas los puntajes de la PSU, nos enfrentamos a las mismas noticias de siempre que llevan inevitablemente a la misma conclusión: la PSU segrega y es un mal instrumento de evaluación. Existiendo razón en lo anterior, me gustaría hacer ver que la PSU es sólo un instrumento, y que, como tal, no se la puede culpar de los males de la educación.
Ya una vez, en un intento por crear un examen menos «discriminatorio», se cambió la PAA por la PSU, lo cual no sólo no revirtió la discriminación, sino que, además, le agregó una serie de problemas consignados en el llamado «Informe Pearson». Ahora bien, si lo único que se busca es una prueba que muestre mínimas desigualdades entre quienes la rinden, probablemente obtendríamos una prueba tan desnaturalizada que me atrevo a decir que difícilmente mostraría el rendimiento académico de quienes la rindieran ¿Es ese acaso el camino correcto? La respuesta parece obvia. La solución no es cambiar por completo la PSU hasta que no discrimine pero igualmente no mida nada. El camino es mejorar la calidad de la educación a nivel escolar. Esta es fuente principal de inequidades. más que la misma PSU.
Sin embargo, existe otro camino, muy interesante de recorrer. Se trata de disminuir la influencia de la PSU como herramienta de evaluación de los alumnos que entran a la educa ción superior. Ya hemos visto cómo este año la incorporación del ranking ha reducido el peso relativo de esta prueba. Si bien la U. del Desarrollo consideró que no había evidencia su ficientemente como para justificar un cambio importante en su ponderación (algunos afirman que el ranking discrimina aún más a los alumnos de colegios públicos) y que, adicionalmente, no se había avisado con la razonable antelación el cambio a los estudiantes, sí aplaudimos que se incorporen otras variables para medir la «idoneidad» de los postulantes.
También aplaudimos que las universidades y carreras apliquen diferentes ponderaciones a cada variable (PSU, ranking o NEM), según sea su propio criterio. En suma, nos alegramos de que nos vayamos acercando —aunque sea muy lentamente- a un modelo en el que cada institución establezca sus propias reglas para la admisión de sus estudiantes, pues, al final de cuentas, lo que valora cada universidad en sus futuros alumnos no tiene por qué ser igual para todas.
Así, por ejemplo, se podría pensar en instituciones o incluso carreras que valoraran mucho más las capacidades de redacción y escritura de sus alumnos, y que a través de un ensayo midieran esas condiciones en sus postulantes. En nuestra misma universidad, tenemos de hecho, un particular interés por atraer a jóvenes que han mostrado condiciones de liderazgo en su etapa escolar y por esa razón invitamos a este tipo de alumnos a postular especialmente a la UDD, bonificando sus puntajes de la PSU.
En resumen, en la medida que se incorporen nuevos criterios de selección, mayor libertad se dará para que cada institución pueda medir de la manera que desee a sus postulantes lo cual permitirá, en definitiva, que ellas puedan captar a los alumnos que mejor cuadren con su proyecto educativo. Así, casi de refilón, el peso de la vilipendiada PSU se reducirá ca da vez más.