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UDD en la Prensa

¿Por qué la prohibición de Uber es un golpe a la innovación?

 Julio Correa
Julio Correa Director Operaciones y Servicio a Emprendedores UDD Ventures

Según el ministro de Transportes de Chile, Andrés Gómez-Lobo, aplicaciones como Uber y Cabify, que permiten entregar servicios de transporte público con vehículos privados, operan ilegalmente. Entre otras razones, porque superan el número de choferes inscritos en el parque de taxis existente en Santiago, ya que actualmente existen 25 mil conductores inscritos en la aplicación Uber, superando los 24.500 vehículos normados en el transporte colectivo.
La proliferación de Uber en Chile, el actor más importante en este nicho, ha generado un empoderamiento ciudadano que ha desafiado a los taxistas, lo que ha generado molestia en el gremio. Y lamentablemente, el aparato legal chileno es reactivo y tardío, por lo que no se ha legislado en esta materia, tal como no se ha hecho en otras, como la creación de un marco legal para el crowdfunding o financiamiento colectivo.
El emprendimiento y la innovación se basan en resolver necesidades existentes de maneras nuevas y mejores que las existentes. Me parece que esa es la definición de Uber. No solo desde el punto de vista económico del usuario, sino también en términos ambientales. Lamentablemente, esto no es considerado en la actual discusión centrada en temas netamente legales.
A mucho menor escala, esto es similar al caso Cumplo de 2012, empresa chilena de peer to peer lending que fue demandada ante la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF) por operar fuera del marco de la ley. El mismo año en que Estados Unidos legislaba para normar este modelo a través de la Jumpstart Our Business Startups Act o JOBS Act, con el objetivo de sobreponerse a su crisis económica a través de la reactivación de la creación de empresas.
Uber aporta competencia, y debería representar la puerta de entrada a otras propuestas que dinamicen aún más el sector. Y lo cierto es que ha sido precursor de la nueva “economía colaborativa”, como lo hizo Airbnb casi una década atrás.
Por otro lado, la falta de regulación siempre es negativo y lo más probable es que el sistema siga operando clandestinamente sin un marco dentro del cual operar. Esto no solo afectará a los usuarios, sino también a los conductores, quienes operarán en condiciones de trabajo no reguladas.
El mensaje detrás de todo esto es el siguiente: hay industrias que deben reinventarse y la innovación es la encargada de desenmascararlas. Es el caso del gremio de los taxis, que deben transformarse, volverse más competitivos y dejar atrás las barreras de entrada. Pero además, hay un mensaje subliminal: el aparato público y legal está sancionando el emprendimiento y la innovación y fallando en facilitar estructuras legales que le permitan a los negocios más tradicionales y a los más innovadores coexistir.
Quiero terminar con una invitación: ¿Qué pasaría si en vez de prohibir, la autoridad invita a la misma mesa a conversar a Uber, al gremio de taxistas y a representantes de la ciudadanía? Quizás podríamos colaborar para crear el mejor sistema de taxis que los chilenos necesitamos.

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