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UDD en la Prensa

La pareja des-instalada

 María Elisa Molina Pavez
María Elisa Molina Pavez Directora Unidad de Investigación en Procesos Relacionales y Psicoterapéuticos (UNIR), Facultad de Psicología

En tiempos históricos nos hemos tenido que confinar en grupos pequeños, para defendernos de amenazas. Han sido momentos en que el ser humano escapó de las bestias o tuvo que refugiarse de las invasiones y las guerras o cataclismos terribles. En estas nuevas circunstancias también el miedo nos sorprende y coexiste en una tensión con el anhelo de dar sentido sobre lo que ocurre a la humanidad y a la vida del ser humano en lo más íntimo.

Estas tensiones se trasladan hacia los mundos más íntimos de las personas, las familias y las parejas. En estos distintos niveles se experimentan tensiones y se sufren el impacto del miedo y la incertidumbre. La forma de enfrentarlos, por un lado, es la huida y el conflicto; por otro, la exploración. Lo último favorece la creatividad.  Huida y exploración son polos opuestos que muchas veces se turnan y compiten.

En este contexto es complejo dar una opinión como profesional experta, cuando estamos en medio del impacto y de la des-instalación en todos los ámbitos de nuestra vida.  Sin embargo, sí podemos contarnos – y no guardarnos – lo que sentimos, lo que pensamos, también nuestras angustias y acogernos.

Cuando en un hogar en cuarentena convive una “pareja amorosa”, además de dueños de casa, padres, administradores, incluso socios, ellos tienen una fuerte demanda. Necesitan brindar a la familia sostén material, apoyo emocional, interpretar los acontecimientos para darles sentido, anticiparse a lo que podría ocurrir, calmar y calmarse.  Ese escenario para la pareja se ve agobiante. Si antes no quedaba tiempo, ahora con todos planteando demandas al mismo tiempo tampoco quedan energías.

Hay mucho a lo que la cuarentena obliga a las parejas. ¿Habrá algo que ofrezca? Esta obligación de permanecer en el espacio, ¿puede convertirse en una invitación? Algunos dicen “volverse hacia adentro”, hacia lo íntimo. ¿Puede haber una intimidad nueva?, ¿puede el otro sorprender, desafiar e invitar?

Se han perdido las rutinas, y la vida familiar se desorganiza.  La alteración de todas las rutinas puede alcanzar incluso aquellas que han solido ser remansos de la pareja. Ese paseo, ese restaurant, ese cine. Este tiempo desafía a hacer la pérdida de rituales en que las parejas solían conectarse y provoca a establecer otros donde crear un soporte mutuo y compartido nuevo, que sea exclusivo de los dos.

Experimentamos cambios profundos en nuestras prácticas como seres humanos. ¿Estamos dispuestos a des-instalarnos también con nuestra pareja? ¿Le damos un espacio a hacer cambios profundos en nuestra manera de vincularnos en pareja? ¿Los estamos buscando?