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UDD en la Prensa

La parálisis del poder: cuando las explicaciones empeoran la crisis

 Rodrigo Pérez de Arce
Rodrigo Pérez de Arce Docente investigador de Faro UDD

El Gobierno todavía no logra hacer pie en una crisis que toca parte de su médula política, como es el ser un Gobierno feminista. Al revés, pareciera ser que cada vez que habla algún ministro o ministra, empeora la situación.

A esto se suma el hecho de que el Frente Amplio activó una ofensiva contra Monsalve, lo cual, de paso, lleva a una confrontación con el Socialismo Democrático. La coalición gobernante no termina de cuajar ni siquiera hoy, cuando quedan apenas meses para que el Gobierno de Gabriel Boric comience su último año.

Por ahora, dos cosas quedan claras. Primero, que el Gobierno decidió salir a dar explicaciones, partiendo por el Presidente y su dantesca conferencia de la semana pasada. Esto era obvio, dada la gravedad del caso, la ausencia de certezas básicas (que solo el relato del fiscal Xavier Armendáriz vino a ordenar) y el hecho de tocar lo que, decíamos, es parte de la fibra gubernamental. Segundo, que pese a todo lo anterior no parece haber un diseño para dar esas explicaciones y, si lo hay, no es adecuado. La crisis le ha pasado por encima al Gobierno.

Esta es una combinación letal para la credibilidad del conglomerado hoy en el poder y todo indica que, pese al distanciamiento reciente con Monsalve (cuestión difícil de tragar, pues contó con un amplio margen de indulgencia los primeros días, avión y plazos especiales incluidos), el daño ya está hecho.

Pero lo más preocupante es algo distinto: el Gobierno mostró que estaba mal preparado para enfrentar problemas críticos como este; algo similar a lo que pasó cuando se comunicaron los indultos, donde hubo varios listados diferentes de beneficiarios, malas explicaciones de los antecedentes, entre otras cosas.

Tener un Gobierno que se complica así al lidiar con malas noticias es en sí una mala noticia, porque hoy se enfrentan a la indagatoria por violación, pero no sabemos qué pasará mañana, qué desafíos tendrán en el tiempo que les queda, ni si estarán preparados para otros escenarios críticos. Ni hablar de conducir la profunda crisis moral que reflejan los escándalos de corrupción o la decadencia de la educación pública.

El futuro es poco auspicioso: derrotados políticamente luego del 4 de septiembre, cuestionados en flancos críticos (caso Convenios y Monsalve), y sin evidenciar mayor coordinación, ya no se puede culpar al amateurismo. Se trata, por el contrario, de una forma de inacción bien parecida a la condescendencia.