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UDD en la Prensa

La fiesta termina cuando se acaba el alcohol

 Viviana Véjar Himsalam
Viviana Véjar Himsalam Profesora investigadora Faro UDD, sede Concepción

El Estado chileno gozó por mucho tiempo del privilegio de contar con una buena administración de los recursos públicos que, a su vez, se hacían cada vez mayores a medida que crecía la productividad y la riqueza. La subsidiariedad institucional le permitía al Estado enfocar – y aumentar – el gasto en aquellos sectores que más lo necesitaban. Es así como los encargados de política pública tuvieron la suficiente holgura económica para aumentar los ítems de gasto en educación, salud y pensiones en los presupuestos anuales, sin comprometer el equilibrio fiscal.

Para 1989, la deuda neta del Gobierno central era un 40,9% del PIB; sin embargo, para 2002 se había reducido a 10,8%. Esta disminución de la deuda pública encontró su explicación, entre otras cosas, por el alto precio del cobre a principios del 2000 y por la alta productividad y crecimiento económico que experimentó Chile en los años previos, incluso a niveles por encima de la tasa de crecimiento tendencial. 

Uno de los factores que explican con mayor fuerza el impacto en las finanzas públicas, es, sin duda alguna, la puesta en marcha de la regla de política fiscal chilena que permitía suavizar o limitar el efecto del ciclo económico sobre los ingresos fiscales. Chile recibió al nuevo milenio con una buena cuota de responsabilidad fiscal de mano de los gobiernos de la Concertación, a pesar de la reforma tributaria del año 2014 que se aprobó en el gobierno de Michelle Bachelet, y que hizo retroceder el impulso que traía la economía chilena. 

Después de todo esa era la misión; “primero tengo que bajar de los patines al otro” como señalara en su momento el ministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre. Desde la segunda mitad de la segunda década del siglo XXI, la economía chilena presentó tasas de crecimiento bastante tímidas, que fueron mejoradas en el primer gobierno de Sebastián Piñera. 

En aquella época, esta administración logró atraer inversión y aumentar la formación de capital bruto (FCB). En promedio, durante sus dos gobiernos la FCB fue de 12,3% en contraposición con la tasa negativa del -1,9% durante los gobiernos de Michelle Bachelet. Si la FCB es deficiente, la posibilidad de acumulación de riquezas en un país también será potencialmente menor y la redistribución tendrá que hacerse necesariamente emitiendo deuda; deuda que crece a medida que las tasas de interés también aumentan en la parte expansiva del ciclo. 

Es precisamente esta parte expansiva del ciclo la que nos está dando problemas; al haberse inflado artificialmente una burbuja de estímulos fiscales que comenzó durante el segundo gobierno de Piñera en el que circuló más dinero en la economía que producción real lo que produjo inflación. El Banco Central subió las tasas de interés para bajar una inflación de dos dígitos que no se veía en Chile desde 1973. Los economistas utilizamos una metáfora: la emisión desproporcionada de dinero equivale a servir mucho alcohol en una fiesta, pero cuando el alcohol se acaba los invitados experimentan una dolorosa resaca. Lamentablemente, el mucho consumo de alcohol hace a las personas actuar de manera impulsiva, teniendo que lamentar las consecuencias de sus actos al día siguiente.