La era de los presidentes de minoría
Una tesis sostiene que lograr acuerdos en el sistema político chileno es cada vez más complejo. Para algunos, la raíz de este desafío se encuentra en la polarización o en una suerte de ajuste del sistema de partidos. Sin embargo, pareciese que dichas conjeturas son más el resultado de un proceso de paulatino y constante cambio institucional.
Los cambios en las reglas traen consigo un reordenamiento de los incentivos que impacta la calidad y legitimidad de nuestro sistema democrático. La última década lo demuestra: cambios en los mecanismos de selección, financiamiento, publicidad y trayectoria política son parte de la batería de elementos reformados recientemente. Si bien algunos de ellos de manera aislada no poseerían la fuerza para detonar movimientos tectónicos en la arena política, la acumulación desencadena efectos que nos llevan hoy a tener el sistema de partidos más atomizado de nuestra historia reciente.
Un ejemplo lo encontramos en la unión entre cambio en el sistema electoral, mecanismos de financiamiento y límites a la reelección. Observemos la siguiente trinidad de factores: primero, el sistema proporcional incrementa la probabilidad de formar nuevos partidos dada la reducción en el umbral de acceso; segundo, el sistema de financiamiento público aumenta el incentivo a formación de partidos pequeños y locales; y tercero, el límite a la reelección incrementa la probabilidad de representantes «pato cojo», que en su último período vean su interés personal por sobre otra cosa.
Los datos respaldan las preocupaciones. Al cambiar las reglas, se afectan los resultados, y esto se ha dado tanto por los cambios en las decisiones de los votantes como en las decisiones de los actores políticos. En materia de volatilidad, los últimos años han evidenciado -a partir del cambio del sistema electoral del Congreso- un aumento significativo, reduciendo la estabilidad política. En materia de sistema de partidos, los efectos han sido sustantivos. Si antes de los cambios la concentración del sistema de partidos era alta, con posterioridad ésta disminuyó de forma significativa, haciendo necesario que sean muchos los partidos que se deban coordinar. En lo que respecta al número de partidos, se produjo un salto sorpresivo.
Ernesto Silva y Miguel Ángel Fernández, de Faro UDD
Todo lo anterior puede construir un escenario idóneo para el surgimiento de caudillos y díscolos políticos que formen partidos instrumentales para conseguir más poder o actuar como bisagras en las negociaciones. Esto dificulta la consolidación de pactos de largo plazo y consensos mínimos de política pública.
Bloqueos constantes y cruzados, políticas de minorías e identidades, incapacidad de cumplir promesas de campaña presidencial. Este es el escenario que vivimos, y que se resume en el siguiente desafío para la democracia chilena: la era de los presidentes de minoría. Cambiar el sistema electoral del Congreso puede ser el punto de partida para revertir esta era.