La emoción y las posibilidades de acción
Esta es una semana de emociones. Actores políticos, agentes económicos y analistas especulan sobre los resultados del plebiscito: estrecho, favorable para un lado, u holgado para el otro. A partir de estas opciones, dibujan escenarios y anticipan acciones.
Pero olvidan algo. Desde los trabajos de António Damásio sabemos que los humanos tomamos decisiones desde un sustrato emocional, para luego revestirlas de argumentaciones racionales que expresamos como “las razones” de nuestra decisión. ¿Desde qué emociones se proyectan los comportamientos de actores políticos y agentes de mercado? ¿Euforia, frustración, alivio, desencanto, esperanza, calma, rabia, indiferencia?
Humberto Maturana define los estados emocionales como “espacios de posibilidades de acción”.
Si estamos ofuscados, nuestro pensamiento se torna negativo e inhibe las acciones que requieren calma, reflexión, empatía o creatividad: nuestro espacio de posibilidades de acción se contrae; desde el enojo es difícil reflexionar o convocar a otros para colaborar.
Desde una emoción fraternal, en cambio, que invita a la interacción con otros desde un espíritu de apertura, ampliamos nuestro espectro de posibilidades de acción para conseguir nuestros objetivos comunes.
Si bien nosotros no elegimos nuestras emociones, simplemente surgen, podemos tomar conciencia de ellas e intentar gestionarlas.
Decimos que “los mercados” están inquietos, turbulentos, inestables, inciertos: asignamos emociones a una entelequia creada por nosotros y que depende de nuestras actuaciones. Los que estamos agitados y sentimos incertidumbre somos los humanos; el mercado no “siente”, ni siquiera es un ser vivo.
A la hora de proyectar comportamientos, los análisis racionales sobre cómo serán las actuaciones del futuro de las personas, aunque sea en un futuro cercano, resultan estériles si quienes las anticipan olvidan que la emoción del momento en que las situaciones y decisiones suceden definen el espacio de posibilidades de acción.
Por más que sepamos que un ser cercano habrá de fallecer en un horizonte próximo, intentar “prepararse para su muerte” no resulta: solo cuando ello ocurre sentimos la pena y el dolor. Sabemos que no es posible anticipar los duelos.
Esta es una de las mayores dificultades para proyectar futuros: los comportamientos guiados por las emociones.
No por ello debemos dejar de estudiar opciones, solo que no debemos olvidar que los estados emocionales de quienes decidirán habrán de definir el real espacio de posibilidades de acción. Y que la calma y la reflexión abrirán posibilidades, mientras que los impulsos y las euforias los cerrarán.