¿La economía chilena se encamina hacia una recesión técnica?
La primera pregunta que surge al plantearse este tema es ¿por qué hablar de recesión técnica, en circunstancias de que la economía chilena está registrando un crecimiento positivo, si bien por debajo del ritmo observado en años anteriores?
Efectivamente, en los años recientes la expansión del Producto Interno Bruto (PIB) ha venido decreciendo, desde un promedio de 5,3% anual en el período 2010-2013 a un promedio inferior a 2% en 2014-2016, estimándose para este año una expansión más cercana a 1,5%.
El concepto de “recesión técnica” surge al utilizar los criterios de medición que utilizan los países de la OCDE, donde las comparaciones no se efectúan tomando como referencia las cifras respecto de igual lapso en el año previo, sino que simplemente estableciendo una comparación con el período equivalente inmediatamente anterior, ajustando por factores estacionales.
¿Y cuál es la diferencia entre utilizar uno u otro criterio de comparación? La ventaja del tipo de medición que utilizan los países de la OCDE es que permite captar de mejor forma las tendencias de corto plazo, si bien pueden resultar más volátiles.
Así, aunque las cifras de crecimiento del segundo trimestre del año mostraron una expansión del PIB de 1,5%, la variación desestacionalizada muestra una variación negativa de 0,4%. Y considerando que se define un cuadro de “recesión técnica” cuando se observan dos trimestres consecutivos con variación negativa calculada de esta forma, es evidente que la probabilidad de que se registre en Chile una situación de esas características parece ahora más elevada.
Tomando en cuenta que la variación registrada por el Imacec en julio fue de 0,5% (cercana a cero ajustada estacionalmente) y algunos indicadores sectoriales parciales, no parece probable que la medición desestacionalizada correspondiente al tercer trimestre de este año muestre también una variación negativa.
Pero el tema va más allá de la aritmética, no pudiendo desconocerse que la situación productiva del país se ha precarizado bastante.
Aunque la variación anual del PIB arroje un crecimiento positivo este 2016, lo que la variación trimestral desestacionalizada está poniendo de relieve es la fragilidad que está exhibiendo la economía chilena.
Como era previsible, no está resultando exenta de costos la tendencia a la baja en la acumulación de capital, explicada en buena medida por factores internos. La variable más indicativa del debilitamiento paulatino de la economía chilena en los años recientes es la tendencia declinante de la capacidad de crecimiento de largo plazo, que en el último informe del Banco Central se reporta en 3,2%, cifra que año a año se viene deteriorando.
Esa es la preocupación de fondo que cabe resaltar, ya que el actual camino nos está conduciendo a un pantano. Por bien inspiradas que estén las medidas específicas que viene empujando el Ministerio de Economía en diversos ámbitos, ellas no son suficientes para contrarrestar los efectos nocivos derivados de un entorno que no está siendo propicio para reactivar la inversión.
Para salir de este pantano no cabe pedirle más a las políticas monetaria y fiscal, las que han tenido un sesgo bastante expansivo en los últimos años. Persistir en esta receta podría empantanarnos más, al agregar al cuadro un ingrediente inflacionario.
El problema de fondo es otro, y su solución pasa por crear condiciones y entregar señales para que nuevamente despierte la capacidad emprendedora de los chilenos. Lamentablemente, ello todavía no ocurre. La discusión presupuestaria que comienza es una buena oportunidad para comenzar a enmendar el rumbo.