La cuestionada reforma a las AFP
La multitudinaria marcha del domingo pasado nos hizo recordar casi como un déjà vu lo ocurrido en 2011 en el tema educación. Dicho proceso, si bien tuvo como mérito haber puesto en la discusión pública ciertas materias que afectaban a un grupo importante de chilenos, está teniendo como corolario final una reforma educacional criticada por todos.
Esta triste novela tiene tres capítulos: el primero es el masivo descontento de la ciudadanía expresado a través de multitudinarias marchas; el segundo, es la capitalización electoral de las demandas por parte de ciertos políticos que traducen el malestar social a la idea de refundar el sistema; y el tercero, la transformación del eslogan callejero en una propuesta de reforma sin contenido e insuficiente desde el punto de vista técnico.
Lo que estamos viendo con las AFP parece tener muchas similitudes con lo vivido en educación. Algunos políticos comienzan a alimentar la idea de que refundar el sistema pasando a un método de reparto es la solución al problema de pensiones. Pero, ¿qué hacer para evitar que el descontento social -al igual que en educación- termine en una reforma improvisada, mal diseñada y sin apoyo ciudadano?
Tal vez lo más sensato es repasar las principales conclusiones de la Comisión Bravo sobre distintas propuestas de reforma al sistema de pensiones. La opinión más concluyente en el informe es sobre el sistema de reparto, prácticamente todos los miembros de la comisión aseguran que este sistema no es una opción viable en Chile. Textualmente dicen que “los supuestos sobre los que se basa la propuesta son excesivamente optimistas…”, argumentando que en el mediano plazo el Estado va a tener problemas de financiamiento, o simplemente no podrá cumplir la promesa de mejorar las pensiones.
El mismo informe señala que el impacto limitado de estas reformas en los beneficios que reciben las personas se explica por las condiciones del mercado laboral y no solo por las características del sistema de pensiones. La desigualdad de género en la participación laboral, la baja empleabilidad y productividad en el mercado, y la decisión de no cotizar por parte de los trabajadores independientes, son algunos de los problemas que impactan en las pensiones. Si estas variables no se incluyen en la ecuación para mejorar el sistema, cualquier reforma podría terminar solo como una promesa.