La Convención Constitucional y esa maldita economía
Las opiniones que se escuchan en la Comisión del Medioambiente de la Convención Constitucional delatan la falta de conocimientos básicos de algunos de sus integrantes. Simplemente no saben cómo funciona la economía moderna, con sus virtudes y defectos. Desconocen, asimismo, el derecho regulatorio y su papel, que, como todas las cosas de este humano mundo, está sujeto a permanentes procesos de ajuste.
El solo nombre de la referida comisión, si se le analiza con detención, da cuenta a su modo del problema. Se denomina “Comisión por los derechos de la naturaleza, bienes comunes y modelo económico”.
Algunas frases dichas por los miembros de esta Comisión son sintomáticas de la ausencia de conocimiento del que hablamos. Tres botones de muestra.
1. Dice una convencional: “La libertad económica significa cero control del Estado en materia económica y eso no puede ser. La libertad económica se transforma en libertinaje. Hay países con socialdemocracia que tienen un fuerte control del Estado y son exitosos”.
Sabemos, sin embargo, que la libertad económica por definición está regulada con distintos niveles de intensidad según el ámbito de actividad. Otra cosa es que podamos discutir sobre la mejor regulación (aunque “buena” regulación no equivale necesariamente a “más” regulación). Por otro lado, a partir de la crisis financiera del Estado social, la socialdemocracia ya no plantea un modelo (como fue el Sueco previo a sus reformas), sino determinadas políticas públicas, siempre dentro del marco de la economía social de mercado, que es la que recoge la Unión Europea.
2. Dice un convencional: “Son los territorios los que deben decidir cómo llevar a cabo su desarrollo, su modelo económico, para que la gente pueda vivir tranquila”.
La noción de modelo económico no es compatible con la de territorios diseccionados dentro de un Estado.
3. Dice otra convencional: “Usted habla mucho de lo necesaria que es la inversión, que tenemos que atraer a los inversionistas, y me da la impresión de que estamos hablando de una economía muy antigua. Como que era necesario que vinieran los españoles a América para que creciera. No creo que eso haya sido necesario (…). Ahora lo que más se está dando son los emprendimientos, la gente que puede generar sus propios empleos dignos, no necesariamente una empresa que entregue empleos con sueldos mínimos como lo que vemos ahora con las grandes factorías. Su forma de ver el mercado me parece un poco antigua”.
Sin comentarios.
Estas y otras expresiones acrecen al interior de esta Comisión, donde se han propuesto al menos tres ideas que me parecen delirantes: el fin de las actividades económicas que se basan en la extracción de recursos naturales, como la minería, pesca o forestal (“extractivismo”); el establecimiento de una economía “circular”, sin vínculos con las necesidades de crecimiento económico (“decrecimiento”); el término o restricción intensa de la inversión extranjera (aún sin asignación de eufemismo).
¿Cuál es el marco de fondo que subyace a esta y otras ideas? La fijación de un nuevo modelo económico fundado en el principio de que el ser humano es “solo un componente/eslabón del sistema ecológicoevolutivo de nuestro planeta Tierra (…) dadas las características ecológico-evolutivas propias de la naturaleza, las que incluyen su estructura y funcionamiento a escala múltiple, su condición sistémica e integrada, ella no es apropiable ni expropiable” (Bárbara Saavedra, Apuntes Eco-lógicos para una Nueva Constitución.
La afirmación anterior hay que encuadrarla dentro de la ideología radical denominada “antiespecismo”, que en la zona convencional parece alimentar lo simpáticamente rotulado como eco-pensamiento, o “ecoconstitución”. Por cierto, sus consecuencias económicas serían trágicas.