La competencia del siglo XXI
Algunos dicen recursos naturales, otros tecnología, algunos hablan del conocimiento. ¿Cuál es la pelea que darán los países en el siglo XXI? Creo que ninguna de éstas: los países pelearán por el talento.
La Fundación norteamericana para las Tecnologías de la Información y la Innovación (ITIF), realizó recientemente un estudio encuestando a 923 innovadores tecnológicos en Estados Unidos, todos ellos reconocidos y premiados. Algunos descubrimientos interesantes: la mayoría de estos innovadores tenían mucho entrenamiento universitario. El 80% tenía algún grado académico avanzado y el 55% tenía al menos un doctorado en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas): la innovación no suele venir de chicos rebeldes con aura de genios, que dejan la universidad y que rápidamente le dan el “palo al gato”. La edad media de estos innovadores es 47 años: los grandes innovadores tienden a tener más experiencia de la que a veces parece. La mayoría mostraba un camino de arduo y sistemático trabajo antes de encontrar resultados interesantes: la innovación tiene más que ver con trabajo que con genialidad. La que me parece más interesante: más de un tercio de estos innovadores habían nacido fuera de Estados Unidos y otro 10% adicional tenía algún padre nacido fuera de Estados Unidos. Es decir, poco menos de la mitad de los innovadores eran producto de la inmigración.
Llevamos años discutiendo sobre cómo damos el próximo paso al desarrollo. La respuesta es compleja y tiene muchos ángulos, pero sabemos que parte importante de esta respuesta tiene que ver con ciencia, tecnología, innovación y emprendimiento.
La conclusión es simple y lógica: Chile debe transformarse en un país que atrae talentos; en el mejor lugar en la región para desarrollar ciencia y tecnología, para innovar y emprender. Chile debe abrir sus fronteras, facilitar la llegada de capital humano extranjero y generar las condiciones para que los mejores talentos del mundo quieran venir a Chile a buscar más y mejores oportunidades. Algo de esto hemos hecho (desde los colonos alemanes en el siglo XIX hasta el programa Start Up Chile en el siglo XXI) y vemos los positivos efectos. Pero nos falta transformar esta aproximación, que ha sido más bien accesoria, en un aspecto central de nuestra estrategia de desarrollo. Además de mejorar significativamente el stock de capital humano, de pasada hacemos que nuestro medio se ponga más competitivo, mejorando el rendimiento de los actores nacionales.
Hay que perder el miedo a la competencia, a bajar barreras, a abrir espacios para el talento: con más competencia y más talento, todos ganamos. Si tomamos este desafío en serio y trabajamos para definir políticas públicas en esta dirección (que básicamente tiene que ver con dar más libertad) podremos llevar a Chile a un nivel distinto de competitividad y así estar de verdad preparados para jugar el partido del siglo XXI.