La ciudad de las masas
Días atrás, Santiago experimentó la coincidencia de los dos megaeventos de mayor convocatoria: la maratón de Santiago, con 25 mil inscritos y más de cinco mil apoyadores que coparon 42 kilómetros de calles urbanas; y el festival Lollapalooza que congregó a 140 mil amantes de la música en el Parque O’Higgins.
Esta inédita situación exigió al limite a los organizadores y prestadores de servicios urbanos. Transantiago y Metro modificaron recorridos y frecuencias, Carabineros tuvo que redoblar su contingente, las empresas de guardias privados no dieron abasto, y los proveedores de baños químicos, andamios y generadores tuvieron que recurrir a regiones para cumplir sus compromisos. Lo notable de la situación es que la ciudad fue capaz de sortear con éxito ese complejo día: los corredores terminaron su carrera y los rockeros vivieron una experiencia memorable.
El mérito lo tuvo la coordinación previa entre productores, intendencia Carabineros, municipios, servicios públicos y los propios participantes pero este equilibrio es muy precario, y basta un error, falla o incidente para que todo termine en tragedia.
Lamentable ejemplo vimos luego del infame atentado en la maratón de Boston y la crisis urbana que desató la cancelación de redes móviles para evitar detonaciones a distancia, el cierre de todos los vuelos comerciales y la presión sobre los servicios de seguridad y emergencias.
Esto lleva a plantearnos la necesidad de planificar los tiempos y calendarización de las actividades en la ciudad, de manera de optimizar el uso de su infraestructura y capacidad de respuesta, y por otro tener un mayor control y coordinación de los sistemas urbanos críticos.
Ciudades tan complejas como París ya han adaptado en su gobierno metropolitano agencias como la «oficina del tiempo», que se encarga de revisar, visar y coordinar los tiempos de eventos deportivos de alta convocatoria, conciertos, corridas y movilizaciones sociales. Contar con una agencia de este tipo no sólo permite salvar las coincidencias antes señaladas, sino también resolver temas como la congestión en hora punta de la mañana simplemente haciendo que los establecimientos de educación secundaria y superior inicien sus clases una hora más temprano o más tarde que el resto de los usuarios del transporte.
Por otro lado, estos benditos «dolores de crecimiento» exigen también implementar mejores tecnologías de prevención, control y manejo de crisis. Aquí destaca Río de Janeiro, que en vísperas de ser sede del Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos, junto a IBM ha implementado el Centro de Control de Operaciones, una especie de salón de control de vuelos de la Nasa donde se integra en forma inteligente y en tiempo real la información de más de 30 servicios de emergencia meteorología, gestión de tráfico transporte, redes, cámaras de seguridad, infraestructuras y servicios críticos, de manera de optimizar las etapas de gestión de una crisis y respuesta. El centro no es un «gran hermano», sino una unidad de predicción, mitigación y preparación.
Debemos alegrarnos que nuestra ciudad ya no es tan gris ni fome como antes, pero este desarrollo exigirá mayores capacidades de gestión del tiempo y los servicios urbanos, de manera que todos podamos disfrutar de ella en paz.