Kim Jong-Un: ¿El Rey de la Noche?
La frontera entre Corea del Sur y Corea del Norte es la frontera más militarizada del mundo. Si hacemos un símil entre la realidad y la serie de HBO, Juego de Tronos, podríamos equiparar la zona fronteriza entre las dos Coreas con lo que sucede en El Muro. En Poniente abundan las historias sobre lo que sucede más allá del Muro, creando un colectivo de cuentos que las niñeras usan para amedrentar a los niños y conseguir que obedezcan; sin embargo, los adultos saben que las historias de la Larga Noche no son más que narraciones fantasiosas de eventos que supuestamente ocurrieron hace siglos. La sensación en Seúl es similar: las amenazas de Corea del Norte no son más que mitos o fábulas de escenarios apocalípticos poco creíbles. La vida sigue igual, y no hay ninguna razón para pensar que efectivamente se esté acercando la “Larga Noche”. El escepticismo mostrado por Cersei Lannister antes de tener en su cara a un muerto viviente es lo más parecido a la carencia de interés que demuestran los residentes de Seúl en el día de hoy. Si efectivamente existe una amenaza real por parte de Corea del Norte, la militarización de la frontera y la alianza con EEUU se encargarán de frenarla de manera automática.
Los caminantes blancos en Juego de Tronos, también son conscientes de su incapacidad para cruzar el Muro con los recursos con los que cuentan. Por sí solos, no son capaces de invadir Poniente, sin embargo, esto da un vuelco enorme durante la séptima temporada: Su poder incrementa notablemente en el momento en que cuentan con un dragón en su bando, dando un salto de calidad enorme en su tecnología militar. Si pensamos en paralelismos, el dragón es el equivalente a la bomba nuclear en términos disuasorios. Nadie se atrevería a enfrentar a Daenerys Targaryen en campo abierto después de haber visto el poder devastador de sus dragones. Pensando la estrategia en términos racionales, la disuasión entregada por los dragones pone a Khalessi en camino hacia una hegemonía en términos de poder militar. La diferencia es que ahora el control de esta fuerza destructiva ha entrado en una bipolaridad, donde tenemos dos bandos que cuentan con el mismo elemento disuasorio: los caminantes blancos entraron en el club nuclear.
Pero las similitudes entre los caminantes blancos y el ejército de Corea del Norte son varias, más allá de poseer poder nuclear: Corea del Norte tiene un ejército convencional que cuenta con una gran cantidad de personal, pero poco presupuesto; no cuenta con armas de última tecnología, llevando a algunos analistas a considerarlo un ejército de papel; tampoco existe información certera y hay pocos reportes de inteligencia con respecto al potencial bélico real de Corea del Norte, al igual que sucede a la cantidad de caminantes blancos que controla el Rey de la Noche. A su vez, Kim Jong-Un –al igual que el principal antagonista de la serie – tiene un control absoluto del aparato estatal y del ejército, sin voces disidentes y cuenta con un grupo cercano de líderes que siguen sus instrucciones. A esta situación debemos sumar un dragón, o una bomba nuclear. En Juego de Tronos, este es el elemento que alteró el balance de poder y motivó al Rey de la Noche a lanzarse en una ofensiva contra El Muro, que hubiese supuesto una aventura suicida sin el apoyo del dragón. La racionalidad del líder se alteró en función de la nueva ecuación de poder. ¿Es posible pensar que Kim Jong-Un confía tan ciegamente en su propio poder disuasorio que ahora estará dispuesto a lanzarse en una ofensiva contra El Muro de Panmunjeon?
El balance de poder es aún muy desfavorable para Corea del Norte vis-a-vis Corea del Sur, EEUU y Japón. En términos tácticos, los estrategas militares toman decisiones respecto al inicio de los conflictos bélicos cuando percibe que tienen un “overmatch”, es decir, cuando la victoria está virtualmente garantizada en función de una asimetría clara en las capacidades de cada bando. Bajo esta lógica, los estrategas norcoreanos deberían advertir que el inicio de una guerra sería fatal para su país.
Otro símil entre la serie y la realidad es la falta de diálogo entre ambos bandos. ¿Qué quiere el Rey de la Noche? ¿Qué quiere Kim Jong-Un? Aquí es donde radica la principal diferencia entre ambas situaciones: Kim es un ser humano y no un muerto viviente. Como tal, existe la posibilidad de entablar un diálogo, que permita avanzar hacia los intereses de todas las partes y disminuir las tensiones; la comparación nos favorece en el mundo real, dado que podemos confiar en la capacidad de quienes tienen bombas nucleares a la hora de ejercer moderación en sus acciones. Kim concibe las armas nucleares como un elemento disuasorio fundamental, bajo una doctrina defensiva. Dicha disuasión le permitiría asegurar en primer lugar la supervivencia del régimen, y en segundo lugar un poder negociador a la par de las potencias de la región, quienes deberán reconocerlo como un estado con capacidad y potencia nuclear. Su objetivo es la reivindicación de Corea del Norte como un actor equiparable y relevante, bajo sus propias condiciones, y no bajo las condiciones de los regímenes generados por el resto de los actores de la zona.
Es de esperar que el dragón de Kim no se lance contra el Muro, pero esto sólo se evitará en la medida que los principales actores logren establecer un diálogo, junto con una estrategia común y coherente.