Jóvenes comprometidos
Quienes tenemos la tremenda misión de formar a los futuros profesionales del país debemos exigirnos dos desafíos. El primero, la obligación de entregar todos los conocimientos necesarios para que nuestros estudiantes se desarrollen en el campo laboral que eligieron, con la mayor cantidad de herramientas teóricas y prácticas. Esto se traduce en entregar al país profesionales que contribuirán de manera importante al desarrollo productivo de cada nación. Para ello, es fundamental impartir carreras donde la exigencia y la calidad sean una constante a lo largo de todo el proceso formativo del estudiante.
Medir lo anterior no resulta difícil, existen diferentes herramientas que lo permiten y así podemos determinar si este proceso es exitoso o no: Ingreso per cápita, PIB, etc. son solo algunas de ellas.
Un segundo desafío, dice relación con la calidad de persona que cada institución de educación superior aporta al país, y la preocupación que ella demuestra por los demás. En palabras del Papa Juan Pablo II, «la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos responsables de todos».
Hoy, no solo basta con formar profesionales de excelencia. Los retos que enfrenta nuestro país nos exigen tratar de formar personas que busquen constantemente hacer el bien «al otro».
Este último desafío es quizás más difícil que el primero, y exige dedicación, preocupación y es mucho más difícil de medir que el primero. No siempre se logra en las salas de clases. Es importante generar nuevas instancias para despertar la preocupación por el bien de nuestro país.
Por eso. me llena de satisfacción ver como miles de jóvenes destinan partes de sus vacaciones a actividades como trabajos voluntarios y misiones, porque es quizás en ellas donde se desarrolla en su máxima expresión el proceso necesario para formar grandes personas.
Hace tan sólo unas semanas recorrí la Región del Bío Bío para visitar a más de 400 alumnos de nuestra Universidad en diferentes voluntariados. Con ellos, no solo pude compartir las distintas actividades que estaban desarrollando, construcción de viviendas en Cobquecura; atenciones médicas y profesionales en Los Álamos; reparación de capilla y misiones en Portezuelo. Pude experimentar la satisfacción de todos quienes formamos parte del proceso de desarrollo de una persona, al ver en ellos que ayudar a quien más lo necesita, no solo es parte del deber, sino que también de la felicidad.
Un segundo desafío dice relación con la calidad de persona que cada institución de educación superior aporta al país, y la preocupación que ella demuestra por los demás.