Inseguridad y delito: “Y tú también, hijo mío”
Cuenta la historia que cuando César vio a su protegido, Bruto, entre sus asesinos, pronunció con desilusión las palabras, ‘Y tú también, hijo mío’. Desde entonces, la expresión ‘tu quoque’ (en latín, ‘tú también’), se ha utilizado en lógica para designar al argumento que consiste en rechazar un razonamiento alegando la inconsistencia de quien lo propone. Se trata de una falacia y de un ataque personal: si Thomas Jefferson tenía esclavos, se desacredita a toda la causa antiesclavista -sin discutir sus postulados-por la inconsistencia del propio Jefferson.
Esta herramienta retórica ha venido siendo utilizada en Chile por algún tiempo, por ciertos sectores que repudian al mercado y legitiman la violencia como método de acción política. Ya sea que se pronuncien espontáneamente sobre el (des)control del orden público, o sean increpados por la responsabilidad que les cabe frente a éste, se elige denunciar la existencia de mercados donde se transan los bienes ilícitos que el accionar criminal moviliza.
Así, por ejemplo, el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, ha justificado las declaraciones de Héctor Llaitul afirmado la legitimidad de la violencia y los robos de madera en la Macrozona Sur. Argumenta que, además de tratarse de actos de recuperación de lo propio, existe un mercado para esa madera. El robo se explica, dice Jadue, porque son empresas las que compran la madera robada y promueven, en consecuencia, la actividad delictiva. Para él, ‘los que se terminan siempre beneficiando de esta actividad ilegal son las forestales que han descapitalizado Chile entero’.
En las pasadas semanas, diversas autoridades de gobierno, junto con llamar a las concesionarias a asumir su cuota de responsabilidad por las encerronas en autopistas, han enfatizado la importancia de fiscalizar el mercado de los autos robados. Cuando el pasado junio, se produce una balacera en un evento en Huechuraba, se cuestiona la responsabilidad de la empresa organizadora, y de quienes organizan eventos masivos lucrando a costa de la seguridad de sus consumidores. La actual jefa de asesores del gabinete del Presidente, Lucía Dammert, ya nos señalaba en enero de 2021 que el énfasis en el control del narcoterrorismo debía reenfocarse hacia el control de la demanda, hacia el ‘mercado’ de la droga, por sobre la persecución penal de los carteles.
Si bien es verdad que se debe combatir el delito desde distintos frentes, y, en ese sentido, el desbaratamiento de los mercados negros es crucial, la visibilización de la construcción narrativa aquí discutida es imperativa, máxime cuando quienes la promueven ocupan cargos de autoridad, y su influjo penetra sin tregua en distintos ámbitos de la academia y de la discusión pública.
La falacia ‘tu quoque’ opera en este caso en dos niveles. Primero, confunde y hace sinónimos (¿deliberadamente?) al emprendimiento lícito y al crimen organizado, ambos con afán de lucro, pero de muy distinta naturaleza. Segundo, evade la responsabilidad por el profundo clima de inseguridad instalado en el país, y, sobre todo, por la falta de convicción ciertos sectores sobre la importancia de la preservación del orden público, el combate eficaz del delito, y la proscripción de la violencia política en una sociedad democrática.
«Ciertos sectores repudian al mercado y legitiman la violencia como método de acción política. Se elige denunciar la existencia de mercados donde se transan los bienes ilícitos que el accionar criminal moviliza».