Ingeniería y contaminación en Santiago
Lamentablemente, en invierno la palabra contaminación en Santiago se ha transformado en el sinónimo reduccionista de emisiones de material particulado, episodios críticos y campañas de invierno.
Sin embargo, no es más que síntoma de un síndrome que se ha incubado desde hace décadas: insustentabilidad urbana producto de políticas públicas poco o mal coordinadas entre ministerios. Crecimiento desmedido, mal transporte público, guetos urbanos, carencia de áreas verdes, aprobación y promoción de proyectos causantes de impactos viales, contaminación acústica lumínica, pocas opciones de ciclovías e incentivos tributarios para subirse a vehículos, son ejemplos que muestran nuestra falta de reflexión acerca del desarrollo de ciudades como palanca del mejoramiento de la calidad de vida y quiebre de la inequidad urbana.
Falsamente, acudiremos a soluciones de carácter técnico, cuando detrás de la toma de decisiones, las soluciones responden a procesos adaptativos, a la definición y diseño de políticas públicas coordinadas, multidisciplinarias, pensando más allá del tiempo necesario para cortar una huincha para la próxima elección.
El impacto que no veremos en la prensa va más allá de afectar la salud de la población y se mezcla con cambios sociodemográficos que ya asoman en el horizonte. ¿Alguien estará pensando en Santiago con estas mismas características para recibir una población con un número creciente de adultos mayores con necesidades diferentes a las actuales? ¿Alguien ha hecho el cálculo del efecto en el rendimiento escolar o universitario de un alumno que «vive» tres horas sobre un sistema de transporte público? ¿Alguien ha calculado el costo social de una ciudad mal diseñada, creciendo inorgánicamente, descontándoselo al Producto Interno Bruto que tanto nos enorgullece?
Quizá de una vez por todas deberíamos pasar de una ley de grandes números a una de números en calidad de vida, donde podamos incorporar los costos no vistos de las consecuencias de la toma de nuestras decisiones que se expresan más allá de cuatro años. Ojalá el rompimiento de la inequidad sea visto más allá de sólo una diferencia de ingreso, sino también en fijarse metas de calidad de vida para las próximas generaciones y donde la ingeniería dé soluciones y no al revés, como ha sido hasta hoy.