Infierno
Más allá de las especulaciones respecto a la intencionalidad política o capacidad de respuesta de las autoridades, el infierno que vivimos con los megaincendios forestales en Ñuble y el Biobío es prueba que el cambio climático ya es un hecho, y que no discrimina según el país, gobierno o nivel de desarrollo. El 2018 el incendio forestal Camp en California destruyó cerca de 19 mil edificaciones, cobrando la vida de 85 personas, y en febrero de 2009, 173 personas perdieron la vida en Australia.
Esta trágica historia en común también abre la oportunidad para la colaboración y el intercambio de experiencias, no solo en el manejo de la emergencia, sino en la prevención, reducción de riesgos y recuperación post desastre.
En este sentido, cobra relevancia la iniciativa de cooperación Wildfire Exchange, www.wildfirex.org una plataforma para el intercambio de conocimientos entre Chile y Australia sobre reducción de incendios en la interfaz urbano-rural y periurbana, territorios donde hay más concentración de personas y propiedades expuestas al fuego.
Este tipo de iniciativas son clave en estos difíciles momentos, ya que incorporan una aproximación holística al problema, incluyendo aspectos como el diseño de edificios, paisajismo y diseño de vegetación, vialidad y planificación de áreas de evacuación, manejo de vegetación y reducción de combustibles, marcos regulatorios y sistemas de gobernanza.
Probablemente la experiencia más relevante en estos momentos es la capacidad de predecir y decretar la orden de evacuación, lejos el dilema más complejo. Las personas deben decidir si quedarse a enfrentar el fuego para salvar sus animales, pertenencias y cosechas, o abandonar lo más rápido posible. La evidencia indica que el mayor número de víctimas civiles -no brigadistas- de este tipo de incendios son personas que evacuaron tarde o quedaron atrapados por el fuego mientras huían.
En un país donde la cobertura y penetración de la telefonía celular es la mayor en el continente, bien podríamos desarrollar una plataforma o aplicación móvil que pudiera orientar respecto a eventuales focos de inicio y su localización, denunciar quemas ilegales o acumulación de basura y ramas secas, así como alertar en tiempo real del avance del fuego y las rutas más seguras de evacuación.
Precisamente este es uno de los proyectos actualmente en desarrollo por WildfireX, sin embargo, mientras se pierde valioso tiempo postulando a fondos públicos para financiarlo -la idea es que sea un bien público y no un negocio-, los incendios siguen avanzando y el número de víctimas aumenta.
Es hora que dejemos atrás esta costumbre de siempre reaccionar a estos desastres cuando ya es demasiado tarde, tal como se ha hecho con la red nacional de monitoreo de volcanes y las mejoras en el SHOA luego del 27F, se hace necesario adelantarse y aprender de nuestros pares globales. Sin duda la inversión en este tipo de tecnologías será mucho menor que el costo en vidas, bienes y activos ambientales de seguir llegando tarde.
Pablo Allard, decano Facultad de Arquitectura y Arte, y Constanza González, coordinadora Proyecto WildfireX UDD-UM