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UDD en la Prensa

Hora de debatir de verdad

 Carlos Smith C.
Carlos Smith C. Director de Ingeniería (E) en Administración

En Chile nadie sostiene que no se haya disminuido la pobreza en los últimos 20 anos, cuantitativa y cualitativamente hablando, de una manera muy significativa, como tampoco nadie niega que tengamos niveles de pobreza muy altos.
Ya no existe el mismo consenso cuando, además, agregamos que nuestra visión de pobreza, de lo que es pobreza, debiera irse ajustando a nuevas realidades en las cuales existe un conjunto de carencias que son diferentes a las que pudieron ser predominantes hace 20, 30 o 50 años atrás, pero que igual son constitutivas de un fenómeno que podemos caracterizar de pobreza o que lo podemos denominar de otra forma pero que está muy vinculado a una situación de no participación plena en el desarrollo de la sociedad, no solo desde el punto de vista de las decisiones sino también desde el punto de vista de obtener los frutos del progreso. Aquí podemos identificar ciertas áreas de poco acuerdo.
También hay descenso en términos que nadie discute que en el tema de pobreza hay que jugar en un espacio mixto donde existen grandes responsabilidades que deben ser asumidas por el sector privado (mercado), pero también muchas responsabilidades por parte del Estado. Hay cosas que el mercado no hace o no hace bien, y también hay cosas que el Estado puede no ser el más eficiente para llevarlas a cabo, pero hay otras en las cuales es insustituible. Ahora, el problema no está en eso, sino que en el mix ¿cuánto de Estado? ¿cuánto de mercado? ¿en qué sector? Esta poca claridad la podemos ver evidenciada en el ámbito de la educación donde tienden a extremarse las posturas. Por un lado, algunos le asignan al Estado la responsabilidad casi plena y otros que si bien no sostienen el polo totalmente opuesto, pero dejan la libertad, y por lo tanto, la posibilidad, de que el servicio educativo se adquiera a través del mercado como una decisión propia de las personas sin negar que el mercado tiene ventajas para ser el oferente principal. Sobre esta discusión uno podría decir que, en la práctica, la solución pasa por un tema cuantitativo, porque si es un mix de cuánto y cuánto, podríamos decir, por ejemplo, que no menos del 70% podría ser provisto por el Estado y un 30% se lo dejamos al mercado, como si esto fuera una decisión de alguien y no fruto de una cierta dinámica que se va constituyendo por la decisión de millones de personas. El Estado podría pre-asignar ciertas ponderaciones a uno y otro, pero si lo está asignando, es porque lo está haciendo bajo la base de algún fundamento, y éste puede establecerse en distintos niveles.
En el nivel de base, que sería el que concibe la educación como un derecho y, por lo tanto, en el contexto del enfoque de derecho le asigna al Estado la responsabilidad principal e ineludible. Tan ineludible, que exige que esos derechos sean garantizados o sea que le haga «accountability» sí acaso no cumple con esa responsabilidad. Y el problema no está en quién provee el servicios, el problema está en que ese servicio sea ofrecido, con igual calidad y con equidad en materia de acceso. Entonces, estos temas, ya comienzan a rozar cuestiones que están mas allá del ámbito práctico, donde la discusión pública muchas veces se establece solo en ese nivel. Por lo tanto cuesta llegar a acuerdo, precisamente, porque no se devela el nivel mas profundo.
Una discusión más conducente debería ser aquella que pone sobre la mesa todo lo que hay que poner. No estoy hablando solo de eficacia en términos de resultados, sino de enfoques distintos que, si los llevamos al extremo nos pueden incluso empezar a dibujar una sociedad diferente.
Creo que la solución no está en las miradas polares. La solución está mas en los grises que en los blancos y los negros. Creo que no es bueno si uno no le pone todo el texto y todo el contexto a cada una de las propuestas. Si no lo hacemos, los acuerdo serán muy difíciles de alcanzar y el nivel de polaridad nos puede llevar a cosas que como sociedad no queremos. No quiero decir que las posturas ideológicamente encontradas no entren al debate, todo lo contrario, deben hacerlo para lograr un buen debate.
Es hora de ponemos de acuerdo pero con plena conciencia de los pro y los contras de cada mirada, y siempre debe ser con la mirada de la esencia que es tipo de sociedad que queremos. No es fácil, pero la esperanza está instalada en muchos de nosotros.
Los disensos son siempre una buena fuente de desafíos y oportunidad. Chile es un país que tiene acuerdos básicos y ésta es una buena plataforma para establecer fas conversaciones públicas.
Finalmente la invitación es a tener conciencia de las diferentes posturas y sentarnos a debatir.